La comuna
Buenos Aires, 1976.
Francisco Courbet / Ediciones de Poesía.
Plaqueta.
Poesía.
El alba
Donde ascendió la vida
a bautizar la rosa y la gaviota,
treinta y dos corazones derrumbaron la patria.
a bautizar la rosa y la gaviota,
treinta y dos corazones derrumbaron la patria.
He aquí el alba de la pasión futura,
la posible armonía de todos para siempre.
Y el amor y el tumulto.
Emanciparon islas con humano caudal.
La primavera creaba fantasmas insurgentes.
Los latidos pulsaron el asombro
inédito de estrellas a través del silencio.
Para ser decisivos con los sueños
se hicieron compromiso en la mirada.
Hacia otro fin, hacia otro firmamento.
Y fue en la madrugada
del 18 de marzo de 1871,
-la marea del siglo,
más allá de la noche
anclada con sus náufragos-
con el futuro. intacto hecho canto y coraje,
tomaron el cielo por asalto.
Cuando los generales -más expertos
en negociados que en batallas-
fueron vencidos, hubo. un derrumbe
de ídolos y puertas y cruces sigilosas.
Comenzó a ser el viento cercano y popular.
Hubo calles fragantes cantadas por los hombres.
Sobre sangre y fervor
creció desde la vida algo más puro,
como un poema para los duendes de la tierra
donde hay una aventura con lágrimas y gritos.
Los prusianos dieron sitio a París.
Quisieron silenciar a hembras agotadas,
que los niños alimentaran una mirada grave,
que los hombres murieran como viejos patriarcas,
en soledad, perdidos para siempre.
Quisieron que una lenta agonía
enterrase en el tiempo la brújula del sueño.
Y que ocultase el hambre las alas del albatros.
La peste desde entonces fornicó con sotana.
En los aserraderos y las herrerías,
se forjaban la pólvora y el caos.
Los versalleses decidieron ordenar la mañana,
por eso intentaron expropiar los cañones.
Fue una aventura hermosa de brumas y perfiles.
Y en las nubes errantes un intenso rumor.
En el día de los hombres
las hembras encabezaron la insurrección.
Amanecieron antes que la aurora
anticipando la integración del alba.
Fueron un movimiento hacia la vida
bifurcado entre el labio y el puño.
Asumieron la hondura de la noche.
Íntimos vigilaron el pudor de la luna.
Violentos al descifrar crepúsculos y árboles
transitaron perdidos el sollozo y la tumba.
(Mi recuerdo traduce el porvenir de sus frentes rebeldes).
Saltaron por sobre la belleza y el destino
para caer decisivos, llenos de ternura y pureza,
en talleres y en fábricas.
Matinales crecieron con el trigo
combatiendo fronteras y terrores.
El ejército profesional
sustituido por el pueblo.
El salario fue cándido
en las manos de cada carbonero.
Más eficaces que miles de proclamas
levantáronse por propia iniciativa,
y destruyeron la fuerza celestial de represión.
(...)
(...)
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