La noche inconclusa
La noche inconclusa
Nací una madrugada de julio de 1946. Puedo decir que mis recuerdos de la infancia se me presentan llenos de júbilo; es una región lejana donde la memoria y la imaginación trabajan su espacio, su palabra. Mi adolescencia y juventud forman parte de las plazas, de la melancolía, del amor. Llevo la aventura de las tardes de estudiante y la admiración a mis mayores. Fui mal alumno y sincero contemplador de la naturaleza. Creo que desde esa época el ocio y la lectura fueron mis cómplices.
Estoy convencido de que mi risa fue fácil vencedora del hastío y de la hipocresía. Sé que la vida es demasiado esencial y que por eso mismo es absurdo hablar de éxitos o de fracasos. Pienso que cualquier mito o sueño es más importante que un dogma. Siento que la intimidad y el asombro son las ocultas virtudes de la belleza. Descubrí para siempre que la mano que escribe vale tanto como la mano que ara.
Como hijo de españoles, afirmo que una ética existencial es lo único que puede hacer frente a las teorías totalitarias, a las convicciones políticas o religiosas, a la insensatez de los premios o a la vanidad de los cenáculos literarios.
Sospecho que el poema es la intuición más clara del devenir. Y que en el fervor de la noche vibra la insurrección del alba.
Carlos Penelas, abril de 1979
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