Carta a Carlos Penelas, por Ricardo Oscar San Esteban
El poeta santafesino escribe sobre el último libro de Carlos Penelas, Fotomontajes.
El príncipe Kropotkin
Carta a Carlos Penelas: estuve leyendo tu libro, que anteriormente había ojeado y hojeado. Cuando me di cuenta, los escasos pájaros que quedaron después el glifosato habían comenzado a cantar y amanecía. Mis recuerdos me llevaron a mi infancia, a un baúl que era propiedad de Pinillas, un amigo y paisano de mi padre, que era aragonés, de Zaragoza. Pinillas venía y se quedaba unos días en casa, comía caracoles y cangrejos que mi madre cocinaba como los dioses, bebían vino con mi padre hasta comenzar a hablar pavadas, luego partía hacia ignotos destinos y retornaba a los meses, recuerdo que dejó un libro: Historia universal del proletariado (ahí venía la historia de Espartaco, El Héroe Tracio) y su baúl de papeles. Nunca supimos que fue de su vida posterior. Mi padre era baturro y como tal, inmensamente noble pero terco, había aprendido a leer y a escribir en una panadería en Trancas, Tucumán, donde el maestro de pala era anarquista, había sido maestro de escuela en España y entre horneada y horneada le enseñó las primeras letras. Mi padre murió joven y yo tuve que hacerme cargo de mi familia, nunca supe que se hizo de aquel baúl de Pinillas que mi padre guardó hasta su muerte. Mi familia de España desapareció casi toda en la Guerra Civil. De joven comencé a militar en el gremio de Luz y Fuerza, a los dieciocho años ya era delegado y hasta hablé en un acto de la CGT, muchos de mis compañeros anarquistas se hicieron peronistas. Junto con Agustín Tosco participamos en comisiones, paritarias y huelgas. Yo me afilié al Partido Comunista, él no, aunque siempre se aconsejó de nosotros y cuando estaba muy enfermo lo internamos en el Sanatorio Británico de Rosario, donde falleció. Me echaron del trabajo, me becaron para estudiar en Moscú y conocí a Ho Chi Min, a Chou En Lai, al Che Guevara, a Luis Carlos Prestes, a Fidel Castro, a La Pasionaria (la voz de mujer más prodigiosa que he escuchado). Ahmed Ben Bella, Marulanda (Tiro Fijo) y tantos otros estudiaron conmigo, muchos murieron en combate, otros defeccionaron. No quiero extenderme. El pueblo ruso es un pueblo maravilloso, solidario. Una de las más bellas estaciones del Metro se llama Kropotkínskaia; Bakunin y aquellos anarquistas son muy respetados. Mucho después yo tuve encontronazos con el Partido Comunista de aquí (hasta llegaron a aflojarme la rótula de dirección de mi auto, casi me mato junto con mi madre y mi compañera de entonces). No sé si me fui o me fueron. Sin embargo, no todos han sido Stalin ni Codovilla, tengo amigos del alma desaparecidos, así como hubo cabronadas y crímenes también hubo mucho heroísmo, desde 1930 la represión estatal en nuestro país ha sido feroz. Creo que tanto anarquistas como comunistas, los de verdad, no de cartón, estamos en la misma trinchera y seguramente los que partieron no serán olvidados. Tu libro es muy bueno, tiene una prosa elevada y tu sapiencia es manejada con soltura. Sigamos en contacto.
Ricardo Oscar San Esteban
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