Un rostro
Un rostro
No puedo recordarlo. Es parte del sueño,
de la memoria, de lo que borra el aire.
Parte del desorden y los augurios
de la belleza de una mujer sin túnica.
Tal vez su cabellera descifraba la aurora
o la gloria que simboliza el lecho.
Tal vez la vi una noche de octubre
en una plaza del barrio de San Nicolás.
Sentí que venía volando como Erinia
con el rostro en tinieblas,
sentí que me envolvía en una nube
inquietante y ceñida. Un fuego
donde quemaba el límite sagrado
del ocio extremo o del vacío.
Ciego ante la gracia y la fascinación,
turbado de extrañeza.
Luego el insomnio, los celos,
ritos del coito en devorantes hoteles,
un museo de una ciudad italiana,
míticas playas de la tierra oriental.
Sin saber porqué
ahora todo me deriva al adiós,
a una densa bandada de pájaros
sobre el crepúsculo de un palacio entrerriano.
Carlos Penelas
Buenos Aires, junio de 2010
de la memoria, de lo que borra el aire.
Parte del desorden y los augurios
de la belleza de una mujer sin túnica.
Tal vez su cabellera descifraba la aurora
o la gloria que simboliza el lecho.
Tal vez la vi una noche de octubre
en una plaza del barrio de San Nicolás.
Sentí que venía volando como Erinia
con el rostro en tinieblas,
sentí que me envolvía en una nube
inquietante y ceñida. Un fuego
donde quemaba el límite sagrado
del ocio extremo o del vacío.
Ciego ante la gracia y la fascinación,
turbado de extrañeza.
Luego el insomnio, los celos,
ritos del coito en devorantes hoteles,
un museo de una ciudad italiana,
míticas playas de la tierra oriental.
Sin saber porqué
ahora todo me deriva al adiós,
a una densa bandada de pájaros
sobre el crepúsculo de un palacio entrerriano.
Carlos Penelas
Buenos Aires, junio de 2010
Ilustración de Ricardo Carpani
1 comments
Gracias Carlos por compartirlo. Es la mujer que está "de paso" desordenando todo almanaque. Un abrazo.
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