Una historia de amor
De verdad, querido lector, no sé por dónde empezar esta historia. Espero que sepa comprenderme. Creo que ella me ama y yo a ella. No, no conviene empezar así. Suena inseguro, banal, transitado. Tal vez debería decir que la conocí por azar en un viejo café de Buenos Aires y una obsesión me envolvió, me llevó a llamarla. Que fuimos amantes durante años, caminamos las calles porteñas, las plazas y parques de la ciudad. Déjeme pensar. Ella seguramente no querrá que lo cuente como lo viví. Empezaremos entonces de otra forma.
En el libro donde dialogan Umberto Eco y Jean-Calude Carrière podemos leer: Alejandro Magno está a punto de tomar, una vez más, una decisión cuyas consecuencias son incalculables. Le han contado que existe una mujer que predice el futuro con certidumbre. Entonces hace que se presente ante él para que le enseñe su arte. Ella le dice que hay que encender un gran fuego y podrá leer el futuro en el humo que provocará, como si leyera en un libro. Pero pone en guardia al conquistador: mientras mire el humo no tendrá, de ninguna manera, que pensar en el ojo izquierdo de un cocodrilo. Sí acaso en el derecho; pero ¡nunca! en el izquierdo. Entonces Alejandro renuncia a conocer el futuro. ¿Por qué? Pues porque una vez que alguien te ha metido en la cabeza que no tienes que pensar en algo, piensas sólo en eso. La prohibición crea una obligación. Imposible, pues, a esas alturas no pensar en el ojo izquierdo del cocodrilo. El ojo del animal se ha apoderado de tu memoria, de tu mente.No creo que me entienda el significado de lo que digo. No es que la mujer que amo predice el futuro, no sería tan torpe, ni ella lo permitiría. Le pido que me ayude a comprender lo que deseo decirle. No me es fácil. A ella tampoco confesar lo que siente, gritarlo a los cuatro vientos. Tiene sus compromisos, sus dudas, sus miedos. La comprendo, de verdad que la comprendo.
Tal vez debería decir que fui a ver Las hierbas salvajes de Alain Resnais. Que es un film donde el ensueño, la pasión y el azar nos conmueven. Un realizador que con más de ochenta años nos muestra el amor con todas sus dudas, sus idas y vueltas, negaciones y frustraciones, desencuentros, actitudes irritantes. Pensé en ella, pero tampoco podrá entender lo que me sucede. Una aproximación, tal sólo eso.
Acabo de leer un informe sobre la intoxicación del hombre actual. De la intoxicación de datos, digo. Como acopiamos más información de la necesaria, que no sabemos cual nos resulta útil y cual no, que guardamos textos, fotos y archivos sin ningún sentido, que vivimos la era de las interrupciones. En el ámbito familiar, laboral o privado. Que hemos perdido privacidad y sobre todo lo espontáneo de nuestra sensibilidad; que escasea la atención, que hay un universo de bits y de bytes que enloquece a jóvenes y no tan jóvenes. ¿Pero tiene esto relación con lo que quise contarles? Me siento confundido.
Este fin de semana pude ver un documental de Michael Moore, el último de este excelente documentalista, una película que no fue estrenada comercialmente en Argentina. Me refiero a Capitalismo: una historia de amor. Pude disfrutar de ella en el Cineclub La Rosa, que conduce mi hijo Emiliano. En el programa pregunta mi hijo: “¿Cuál es el precio que Estados Unidos paga por mantener su amor con el sistema capitalista? Siempre polémico, la denuncia de Moore está llena de trucos, audaces movimientos, gestos y guiños al espectador que sabe de qué se trata cada vez que el gordito simpático enciende la cámara.” Nos muestra, ni más ni menos, el sistema capitalista: sus corporaciones, sus guerras, su mentalidad. Y lo hace señalando lo que implica eso en la vida cotidiana de cada norteamericano.
Creo que tampoco tiene relación con lo que les quise contar. Tal vez se siente alterado, sin capacidad de ver homologías. ¿Debo decir el nombre de la mujer amada? ¿Debo confesar su edad, su sonrisa, su cabello, su forma de andar, qué champagne le gusta? ¿O contar una anécdota íntima? En fin, terminé los espacios que completan la columna de opinión y dudo si en verdad le trasmití lo que deseaba. Sepa disculparme. No ocurrirá otra vez. Usted sabe, el amor es así.
Carlos Penelas
Agosto de 2010
1 comments
Que gran oportunidad la que acabo de perder, apenas hoy me entere que eres el esposo de Rocio, y precisamente hoy dejamos el dpto donde estabamos, El bulin de Moreno, desde que llegue a Buenos Aires, he querido conocer profundamente los ambitos literarios y poeticos de Argentina, soy un gran seguidor de Cortazar y Eco, y bueno tuve la oportunidad de aprender mas pero no sabia que eras escritor y poeta si puedes tal ves guiarme un poco acerca de libros o revistas, o me puedes decir donde conseguir tus escritos te agradeceria
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