La familia de León Roch
Pocos, muy pocos, creo que han leído ciertos libros con la intensidad y la frecuencia de mi padre. Don Manuel leyó una de las cumbres de la literatura universal, me refiero al Quijote, doce veces. Detenidamente, sin apuro, con la lentitud precisa que significa leer. Era un lector, no un leedor. Otro de sus autores predilectos fue Galdós. Leyó toda su obra. Algunas de sus obras, dos y tres veces. Recuerdo la obra completa, sus Episodios Nacionales, encuadernados, con letras en oro en el lomo; al pie las iniciales: M.P.
Mi padre fue un librepensador que nació en 1898 en Coirós. Para ser precisos, en Espenuca. Cuidó cabras, cuidó la tierra desde los seis años. Cuando aprendió a leer en esta tierra -gracias a compañeros socialistas y anarquistas- comenzó a leer bien. Es decir, leía con lentitud y en profundidad autores inmortales. Leía como no lo hacen los profesores actuales ni los escritores actuales ni mucho menos los supuestos críticos literarios. Ni hablar de los estudiantes, universitarios o de los otros. Por supuesto comenzó con Zola, Hugo, Schopenhauer, Nietzsche, el príncipe Kropotkin para continuar con Rosalía, Curros o Dostoievski… pero Cervantes y Galdós lo conmovían. Eran sus guías espirituales, sus referencias; el mundo en el cual viajaba y soñaba. Recordaba escenas, personajes, datos, con una memoria difícil de creer. Habitaban la casa, venían a la mesa y se sentaban con nosotros, eran parte de la cena o de las discusiones. Una de las obras de la cual nos hablaba permanentemente era La familia de León Roch (1878) del inmortal Benito Pérez Galdós. Un autor no menor a Balzac, repito, un autor no menor a Balzac. Hace un tiempo compré un libro de crítica literaria de Pedro Salinas, El defensor. Lo había leído en mi juventud pero ahora profundicé en él. Una mirada brillante de la sociedad, del recato, de la literatura epistolar, de estilo. Páginas dibujadas entre 1948 y 1950, aproximadamente. Días pasados comencé a leer unos escritos sobre crítica literaria de Leopoldo Alas, Clarín. Solos de Clarín es el título. Allí, entre los libros que comenta está la novela de Galdós. Debo confesar que jamás la leí, como tampoco leí La Regenta, de Clarín. En fin, veremos, veremos… Vamos a reseñar algunos aspectos de este retrato de la sociedad española de mitad del siglo XIX. La obra se caracteriza por un marcado y nítido realismo. El narrador y el autor observan minuciosamente; con toques geniales de intuición que le permiten describir con exactitud la atmósfera. Las páginas de Galdós (Tristana, Marianela, Fortunata y Jacinta, El abuelo, Tormento…) son ejemplo para aprender el uso de adjetivos y descripciones. Esta obra, como casi toda la mirada de Galdós, contiene una ideología anticlerical y marca el enfrentamiento entre lo liberal y lo conservador. En su época se decía que era una “literatura tendenciosa”. No podemos olvidar, además, que este notable novelista posee un lenguaje culto, y se vale de ello para caracterizar a sus personajes, pues los personajes de alta sociedad mantienen conversaciones con lenguaje culto. Sus páginas son muy bien vistas por Clarín señalando los valores falsos de una sociedad, desenmascarando –junto a Galdós– una empobrecedora concepción del hecho literario y una ascendencia de entroncar la renovación de la literatura. Baroja decía de él “que sabía hacer hablar al pueblo”. El no haber obtenido el Premio Nobel de Literatura, sin duda, se lo debemos a una ideología recalcitrante reaccionaria, miserable e hipócrita de la política española y, no podía ser de otro modo, a nuestra Santa Madre Iglesia. En la novela mencionada advertimos, como tema principal, el fanatismo religioso de la mujer de Roch, María Egipciaca. Hay en ella neurosis e histerismo. El autor, luego de pasar por el naturalismo comienza a ver las nuevas corrientes científicas. Como temas secundarios las apariencias sociales, una familia que desea figurar, aparentar poder adquisitivo, aunque para ello tengan que recurrir a pedir dinero a León. Nos presenta también al matrimonio como característica de tranquilidad y bienestar para la mujer. No hay que olvidar la importancia que se le da a la familia y a la educación (para María la educación religiosa era lo mas importante) y el tema amoroso (León y Pepa amigos desde la infancia, se enamoran). Señalar que habría temas menos importantes como el honor y deshonor (León tiene que acceder a que Pepa vuelva con su marido, aunque León todavía la ama) y el juicio moral. Mucho para una época cargada de oscurantismo, incienso y beatería. Siempre he agradecido a mi padre su conducta y su biblioteca. Me marcó como al ganado. Mucho agradezco lo que me habló de Galdós, de haberle invitado tantas veces a cenar a casa, de ofrecerle quedarse a dormir, de caminar con nosotros por las calles de Barracas. Y tomar el tranvía con él y descubrir la ciudad con otros ojos. Carlos Penelas Buenos Aires, abril de 2011
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