Germán Cáceres comenta "Calle de la flor alta"
Reproducimos el comentario de Germán Cáceres sobre Calle de la flor alta, de Carlos Penelas, publicado en la página de la Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte.
En el prólogo que tituló “Liminar”, Carlos Penelas da una suerte de enunciación de su poemario: “Hay, entonces, un laberinto de espejos, voces errantes, fragmentos que renacen, un vértigo secreto que predispone soledad”. O sea, apuesta por la sensibilidad, tan frágil y etérea como poderosa, ya que puede penetrar en los intersticios más insólitos de la aparentemente maciza realidad. Además, desfilan por sus poesías originales y refinadas imágenes que testimonian momentos de melancolía: en “Los altos cielos” exclama“¡Ay, si alguien pudiera detener la noche/ en esta soledad desvelada!”. Por su parte, “La biblioteca” patentiza un incondicional amor a los libros y a la literatura.
“Plaza Rodríguez Peña” es una emotiva evocación de una vida a través de los mínimos detalles que presenta una plaza de Buenos Aires (“Los fantasmas la habitan junto a los jacarandaes”).
Un entrañable soplo telúrico se encuentra en “Canon”, donde el registro poético de los sonidos, del silencio, del aroma de los frutos y de la tierra rememora a los amados ancestros, como si se operara un deslumbramiento ante las maravillas del mundo.
Penelas confiesa en “El banco” la intensa morriña que siente por la ausencia del padre muerto al sólo contemplar el modesto banco de la cocina.
Toda una contundente toma de posición política -expuesta con vigor y sentido épico- plantea “Una rosa ácrata para Anselme Bellegarrigue”: “Señalaste sarcófagos de bronce, lo abyecto de los templos, /locura de reyes, guerras, el oprobio del oro”.
Sumamente conmovedor es “Encuentro”, donde el poeta es visitado por su fallecida madre.
En “Variaciones de la hembra”, un resplandeciente poema amatorio, la enumeración de elogios a las cualidades femeninas parece ser infinito, como si el autor pudiera proseguir sin límites esta celebración. En la misma frecuencia se desarrollan “El príncipe del olvido”, “Jardín Botánico” y “Calle de la flor alta” (“Las cigüeñas recogen las sombras/ de la niebla. Del amor que en ti existe/ siento un halo. Y el mar, el mar...”).
Un aura romántica recorre su obra. En “El edén insurrecto” canta “Luchamos contra lo incomprensible,/ contra el ubicuo secreto del amor.” También afirma en.“Romance de los sueños” que éstos “tienen esas cosas, esos duendes/ que pueblan infancia y viejos relojes”.
El poeta no cesa de mencionar a personalidades por él admiradas, como Gonzalo de Berceo, León Felipe, Fray Luis de León, Cervantes, Shakespeare, Vasco Pratolini, Anselme Bellegarrigue, Mozart, Sarmiento, Lisandro de la Torre, Durruti, Pedro Salinas, Pavese, Dizzy Gillespie, Swift, Arseni Tarkovski, Harold Lloyd, Tennessee Williams, Wagner, Kandisky, y la lista de celebridades continúa.
Complementan el clima poético de Calle de la flor alta bellos dibujos del autor, que, con un gráfismo sintético, de simples líneas sin sombreado, traza sutiles rostros de mujeres, como si tributara un homenaje a Modigliani.
Germán Cáceres
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