Alejandro DrewesCalle de la flor altacríticaEl aire y la hierbaEl mirador de EspenucaFinisterreLos dones furtivosPalabra en testimonioPoesía reunidapresentación
Jardines hacia el Este: notas sobre "Poesía reunida" de Carlos Penelas
A continuación, el texto que el poeta Alejandro Drewes leyó en la presentación de Poesía reunida realizada el último viernes en el salón de Editorial Dunken.
Desde el
magnífico poema breve, intitulado Imagen
Sobre el
patio sueña lenta la tarde.
El otoño
oculta en el viento lo temporal
del álamo,
del beso.
Suavemente,
el silencio se ciñe
en el azul
del vidrio. Detrás del agua
ha cesado
la imagen de su rostro.
de
su poemario Palabra en testimonio
(1973), elegido por Carlos Penelas para iniciar esta selección de su obra
poética de 1973 hasta la fecha, queda el lector irremisiblemente cautivado por
el suave intimismo que logra establecer el poeta con la naturaleza y las cosas.
El
poeta posee una rara delicadeza capaz de detenerse en la aparente simpleza de
un viejo mueble de la casa y en lo que desde su penumbra callada dice; o en las hojas y los seres fugaces
que van despoblando la tarde en un parque.
La
sobria melancolía sin estridencias y el personal sentido de la nostalgia de
Penelas se van haciendo cada vez más nítidos al recorrer los textos de cada uno
de los poemarios recogidos; a medida que cada golpe de la vida
Conmueve
la bruma gris en mis cabellos
Calle de la flor alta (2011)
El
conjunto de la obra poética aquí reunida de Carlos Penelas se mueve entre varios polos: Galicia y Buenos Aires, los mares
y los exilios; el mundo blanco y el mundo negro: la suavidad del mundo femenino
y materno frente al rigor y la soledad del padre; el pasado presentizado, recuperado
en las tradiciones familiares, en la historia de las generaciones y en la
lengua gallega, frente al futuro incierto y a la vez -quizá por la misma
razón-, no exento de cierta misteriosa luz.
Ese
mismo futuro es el que se extiende como la sombra del hijo caminando junto a la
sombra del padre. Así es evocado por ejemplo ese tiempo venidero, la
continuidad del azaroso periplo vital en otros ojos, en los versos iniciales de
un bello poema dedicado a uno de sus hijos, intitulado Pequeña carta a Emiliano
La
mañana se alza preguntando tu nombre.
Y
clara como tu risa
se
me ahonda en el alma.
Yo
que no tengo fe
digo
que amotino la fe con tu caricia.
Me
sostienes de ensueños y frescura.
Vas
ordenando un poco mi latido y mi frente.
A cada paso tuyo me
elevo, me agiganto.
Y
recorro la memoria de mi asombro en tu asombro.
Celebro
el infinito de tu diente y tus ojos.
Celebro
la ternura que atisbas con la brisa.
Con
tu pequeño dedo me señalas los pájaros.
Y
el agua. Y el abstraído origen de la piedra.
en
una línea no ajena a la mejor tradición de la lírica española contemporánea, de
poemas dedicados a los hijos, desde Miguel Hernández a José Agustín Goytisolo.
Al
avanzar en el recorrido por las diferentes estaciones de esta antología, por la
selección de cada uno de los poemarios, el poeta va dando cuenta de su autoconciencia
nítida de la absoluta soledad existencial, del abandono inevitable de cada uno
de los seres amados a lo largo del camino.
Esto
se observa en la transición y el cambio
de clima entre los poemas de corte más personal e intimista de la juventud -por caso, sirva comparar el inicio de La noche, de Los dones furtivos (1980)
Te
contemplo.
Me
nutro en tu reposo.
Veo
secretos ángeles a través del silencio.
Estás
hecha de pájaro y laurel.
con
los versos casi finales de Amor y
anarquía, del poemario El aire y la hierba (2004)
Su
cuerpo era una corza entre las sábanas,
la
avidez de la ofrenda y del castigo.
Los
insomnios recogen la nostalgia.
¡Qué
naufragio, amada, entre las depredaciones!
Y
también, de otro modo, ese cambio de clima
está presente en el desencanto de los años maduros frente al bastardeo y
a la degradación de los ideales -anarquismo y revolución- que el poeta ha creído posible en el mundo de la
juventud.
Hay
una comprensible serie de poemas de los años 1973-80 anclados en el escenario
de la utopía de las luchas obreras que nunca llegaron a alcanzar su Paraíso, en
especial la triada intitulada Fervor
I, II y III, el segundo poema de los cuales acaba diciendo
Y
seguirá habiendo un tirano.
Y
seguiremos luchando contra él.
La
fecha de publicación datada es del año 1975, tan significativa para las dos
patrias del poeta, España y Argentina, por opuestas razones: un país comenzando
a salir de su noche y otro entrando a la sima más profunda de su noche.
Pero
sin embargo, en el gran poema La
compañera, de 1983, la mirada sobre
la rebelión de mayo del ’68 se anticipa ya cargada de neblinosa nostalgia, en
su evocación de aquellos líderes de un tiempo vuelto ya definitivamente otro;
el de Cohn-Bendit y Dutschke: las fotos se van tiñendo, imperceptiblemente, de
un tono sepia.
Y
el tiempo del desencanto irrumpe con fuerza en el poema Carta a Severino, de 1994, donde, tras constatar la evidencia flagrante de la pérdida de la maravilla, del
sentido del misterio y de la aventura
de vivir, el poeta observa como
Adolescentes
desnutridos vegetan
entre
la cerveza y el pegamento
mientras
filósofos gimnosofistas
soslayan
la pobreza y la “cultura Prozac”.
Aquí
se marca el cambio de clima que mencionáramos más arriba, en la propia
sonoridad de la palabra poética, que a diferencia de poemas anteriores, es aquí claramente disonante,
como una suerte de música chirriante
acorde con la devastación y el ruido
blanco del presente.
En
el decurso del viaje entre dos de los polos citados anteriormente, alrededor de
los cuales se mueven los textos de Poesía reunida -el juego de oposiciones entre el mundo femenino y el masculino-,
la figura materna es ancla y centro del escenario poético y vital; cercana y asible figura que visita los
primeros poemas, su presencia surge del mundo invisible y reaparece en los
textos de madurez, acaso en alguna ensoñación del poeta, como en este bellísimo
y conmovedor fragmento de prosa de Carta
a María Manuela (1999)
Venías de un reino de
pastores, de súplicas abandonadas. Eras
solitaria y secreta.
Desde el desgano te veo
desafiante. De mi padre heredé el escepticismo, cierta fatal melancolía. De
vos, madre, ternura y sortilegio. Las vulgaridades de la alabanza o del poder
no te tocan, no alcanzan la hondura de tu existencia.
Como Ariadna o Diotima
la amada aborda mi canto y habla de la resurrección de las almas, de los
misterios sagrados. “Orfeo -me dice- la
desmesura te llevará al exilio. Serás el príncipe desterrado.”. Detenida queda
la antigua voz en el agua estrellada. Se renueva la infancia en el aire de los
robles orensanos, en el sueño órfico y marino. Mi corazón está hoy en esos
prados. (…)
Este
texto resume de alguna forma muchas de las claves y simbolismos que atraviesan
la obra de Carlos Penelas; aquí, la esencia de lo femenino, desde la sombra
materna protectora que remonta a las tierras de un origen remoto, y que se
prolonga en el abrazo de la
Amada. Esta segunda figura aparece y resurge a lo largo de
todo el viaje poético, y le es propicia su
referencia romántica -la de Hölderlin y Novalis muy especialmente-, así como la
tradición hermética del orfismo que le
es tan afín.
Orfeo
regresa y le dicta su voz al poeta desde la sombra milenaria, desde el amplio
bosque de los siglos transmutado en la memoria de unos robles de Orense. Orfeo
regresa desde la muerte, flotante cabeza sobre las aguas eternas, y le recuerda
al poeta su duro mandato en el mundo: cantar para iluminar a otros, para que el
mundo no sea invadido definitivamente por el silencio.
El
mundo masculino por su parte, orbita en torno a la figura del padre, evocada en
varios momentos de la obra, pero en
forma especialmente significativa en el inicio del poema El mirador de Espenuca, del poemario homónimo de 1995
Aquí
estoy, padre,
mirando
con tus ojos este lugar del mundo.
Las
colinas esperan
tu
transfiguración en la bruma del alba.
Es
una humedad lejana que dibuja presencias
sobre
la lumbre eterna.
Hora
a hora llegan las campanadas
como
llegaban los pastores en esta tierra de éxodo.
Desde
un aliento inmenso tu voz sube
con
dioses que agonizan las sucesivas muertes.
Sobrevivimos
a la llovizna
entre
almas suspendidas en este umbral de la ternura.
Aquí
estoy, padre, cumpliendo mi promesa.
El
pecho desolado
buscándote
en este silencio iniciático
en
la parroquia de Santa Eulalia.
versos
en los que se aprecia el motivo del mandato, asociado al simbolismo del viaje;
al cruce de los mares en busca del sentido del origen. Una suerte de pánico
viento recorre el poema, como el eco de una religiosidad honda y pagana, legada
por los ancestros. El hijo busca la sombra del padre y revierte el camino del
exilio emprendido por sus mayores, acaso
en un intento arduo y supremo de reencontrarse consigo mismo.
En
medio de la niebla de Galicia, una parte esencial del paisaje, el poeta observa,
absorto. Y han tañido antes las campanas, como en aquel otro inolvidable poema
de Trakl, como una delicada señal para los que han perdido el camino en la
creciente penumbra.
Por
otra parte, mucho podría decirse acerca de las voces poéticas cuyas notas
suenan sutilmente a lo largo de la obra de Carlos Penelas; poeta de extensas
lecturas y autor de notables ensayos literarios, han dejado marcas en su
escritura muy especialmente la fuente helénica, con muy logrados testimonios
poéticos como La luz helénica (pp.
82) o Los sueños de Odiseo (pp. 83);
Horacio y su preceptiva y arte poética en la Epistula ad Pisones, comentada por Penelas en
esta notable forma
Estos
pobres enemigos, Horacio,
cargados
de celos y rencores
vigilan
desde las quemaduras de la pereza
los
hospedajes de reinos mezquinos.
Con
las piernas heladas, suplicantes,
repitiendo
injurias en encuentros inútiles
imploran
la fama sobre el légamo
de
páginas baldías,
irremediablemente
convocadas al perdón.
Solitario
atravieso la luz y la ceniza.
Corrompidos
por leyendas y dioses
destrozan
la belleza
como
un cuchillo troyano la maldad.
(Finisterre, 1985)
Desde
luego, la propia esencia de su periplo lírico, y su intimidad con la lengua de
los padres, la lengua galega, han
llevado al poeta asimismo a transitar a lo largo de sus años por el cancionero
galaico-portugués medieval, por los
poetas del Siglo de Oro; y por su evolución natural hasta las voces más altas
de la poesía gallega y española contemporánea. No es difícil advertir en
ciertos poemas resonancias de Alberti; o de García Lorca en la elección de
algunas imágenes y de determinadas formas poéticas como la casida. De Rosalía
de Castro, de la inolvidable Rosalía que escribiera
Como chove miudiño,
como miudiño chove;
como chove miudiño
pola banda de Laíño,
pola banda de Lestrove.
¡Como a triste branca nube
truba o sol que inquieto aluma,
cal o crube i o descrube,
pasa, torna, volve e sube,
enrisada branca pruma!
como chove miudiño
pola banda de Laíño,
pola banda de Lestrove.
¡Como a triste branca nube
truba o sol que inquieto aluma,
cal o crube i o descrube,
pasa, torna, volve e sube,
enrisada branca pruma!
con
quien se reconoce en el espejo brumoso de su abisal soledad y en la profunda melancolía
de muchos de sus poemas de tono más personal, y en la elección de las
coordenadas de sus pasajes líricos, tan a menudo bordados por la niebla y una
siempre próxima lluvia.
La
escritura de Penelas, como poeta de dos mundos,
no deja de ser deudora por otra parte, de su diálogo con los poetas
argentinos mayores; con Borges y Molinari, con Marechal, sin que por ello sus
poemas dejen de tener su propia marca personalísima y única, que denota la
ardua construcción de su voz a través
del duro tiempo vivido.
Queda
el lector, tras el inseguro auspicio de estas palabras, solo ante el misterio y
la transida belleza de esta Poesía
reunida de Carlos Penelas, lux
poetica en estos tiempos de oscuridad e indigencia.
Alejandro Drewes
En Buenos Aires, a
noviembre 21, 2012
1 comments
Carlos Penelas:
ResponderEliminarMuy buena exposición la de Alejandro Drewes. Presenta un análisis completo de una trayectoria artística en sintonía con la experiencia creciente de las cosas de la vida.
Por mi parte, estoy por saborear la página treinta y uno, "Destino del silencio".
Apenas si he aprendido que los libros de poesía se leen despacio, verso a verso y que cada género posee sus reglas de lectura y comprensión.
Un cordial abrazo.
Arturo.