Una rosa roja para John Dowland
que la melancolía petrarquista no fuera ilusoria.
La melancolía como ejercicio de retórica.
Como rumor de sueño o elegía inmóvil
flanqueado por casas del siglos XVII
en el canal de Nyhavn.
Huye el día y el ruiseñor dice come again.
(Lo escuché junto a mi amada
en la dicha y la ansiedad del ocio).
Con los ojos cerrados escuché
el vuelo de Sting y Edin Karamazov,
la lluvia, los pastores en Barbara Bonney.
Giovanni Bellucci, Larisa Ezhelenko, Willian Ferguson.
Y las moradas de la hierba o las frías arenas
en los hados del Collegium Vocale Bydgoszcz.
Luego me pregunté que sombras celtas
hacen el milagro del instante.
Y por qué la imagen de Vermeer atestiguaba
la luz, el laúd, el espejo, la duda.
Carlos Penelas
Buenos Aires, agosto de 2014
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