La obra de Carlos Penelas fue creciendo de su propia experiencia, la experiencia de alguien que desde adolescente amó la palabra y el color. Descubrimos en Homenaje a Vermeer una deliberada plenitud de claves personales, el delicado trabajo de insinuación parcial y de ocultación. Sentimos la presencia de Vermeer pero también las visiones del mundo al homenajear creadores cercanos al universo del poeta. Vertebran el sentido del libro la mitología familiar, cierto ascetismo estoico, la ensoñación y la luz. Una suerte de sustancia alimenticia, la búsqueda del objeto verbal puro. El poeta diviniza la materia.
En este Homenaje a Vermeer el lenguaje poético y el lenguaje pictórico se implican uno con el otro, como herramientas de un mismo universo personal y una cosmovisión que Carlos Penelas nos acerca y nos deja entrever en Fragmentos de un diario de arte. Aquí nos abre las puertas de la obra del maestro del arte flamenco pero también nos acerca su propia mirada atenta y sensible. Aquellos que conocemos la obra del pintor luego de leer este Homenaje sentiremos un deseo renovado de revisitarla y probablemente descubramos ahora nuevos destellos en la perla de la muchacha aquella, un pliegue que no conocíamos en el gobelino y una veladura mágica que tiñe el universo de Vermeer.
La ilustración de la portada, basada en Muchacha con perla, es de Juan Manuel Sánchez, uno de los maestros de la pintura argentina.
M. Eugenia Limeses