HOMENAJE A VERMEER, último libro de Carlos Penelas, uno de los más destacados poetas contemporáneos, invita a algunas consideraciones como punto de partida para la intimidad que aguarda en la obra.
“Muchacha con perla”, de Vermeer van Delft, quizá el más reconocido pintor del arte Barroco, de notable maestría en el tratamiento de la luz, es inspirador del dibujo original de Juan Manuel Sánchez, muralista, grabador y pintor argentino, que ilustra la cubierta de esta obra recientemente editada por Dunken.
Paralelismo entre Vermeer y Sánchez, rematado por una frase de Lope de Vega —elegida como Pórtico—, gozosa de magnitud en mural poético, “La poesía es pintura de los oídos, como la pintura poesía en los ojos”, que habrá de conducirnos a “las claves personales, el delicado trabajo de insinuación o de ocultación” en el libro de Penelas.
Artista perceptiva, M. Eugenia Limeses, corresponde a la elevación inspirada en el dibujo, y su mirada faculta que “aquellos que conocemos la obra del pintor luego de leer este Homenaje sentiremos un deseo renovado de revisitarla y probablemente descubramos nuevos destellos en la perla de la muchacha aquella…”
Este escenario de arte, da paso al primero de los poemas, que lleva como epígrafe, los versos de Umberto Saba, pertenecientes a “La foglia”.
PADRE ORFEO, traslada y detiene a Penelas, en un cuadro de imagen pura y absoluta, poetizada en primera persona y en tiempo pretérito, donde los sentidos se mixturan para advertir, finalmente, que “no supe de verdad/ si estaba soñando/ o era mi padre que llegaba/ hasta mí desde el silencio”.
Invita este pleamar de sensaciones, a otras más íntimas y recónditas, donde los nombres propios se vuelven secretos, para frecuentar remembranzas: “llegando desde la sombra/viene a mi ensueño, /a este clamor del viento que recorre/la inmovilidad del lecho y del recuerdo” […] en una neblina que recuerda o busca/la ternura y la ausencia del vacío”.
Sutil sensualismo emana de EVOCACIÓN EN PLAZA LEZICA, TARDE DE OTOÑO, LOS JARDINES DE FRIEDRISCHSBAD, donde el Poeta habla de la Amante y de la Amada, “…la imagen de esta mujer que golpea/ el corazón sobresaltado del sueño/ en flotante nostalgia”; figura contendedora de estos dos atributos y, siempre, oculta.
Absorto en la esencia femenina, Penelas, muestra colosal virilidad para percibir el encantamiento de los instantes de intimidad, y lo plasma en EL POETA DESCUBRE EL ROSTRO DE LA AMADA, VISIONES DE UNA MADRUGADA EN HELSINKI, SI DULCE É `L TORMENTO, EL AIRE SIN CONSUELO. Una línea de cercanía a los versos de Elio Pagliarani o Cesare Pavese, desvelados por pasiones esquivas, indica la arquitectura poética que frecuenta el literato argentino, “...descubrí su amor, mi demencia, esa ensoñación”.
Desmembrado de éxodos “Soy un hombre duplicado, un solitario /que anhela la transfiguración y su morada”, Penelas, cruza aguas batidas, da curso a presencias míticas, subliminales, enraizadas en acentos y aromas que no se pierden, sino que, por el contrario, se agigantan en el devenir.
En constantes abordajes a un universo que orilla su naturaleza celta, toma el fuego de los lares, torna a las chairas, y ovilla el hilo de plata que lo orienta hacia Breogán.
Se refugian en su obra, entonces, aquellos sentimientos enaltecidos de infancia y juventud, LA MIRADA DE MI PADRE, FERVOR DE LA NIÑEZ, LA CASA DE PIÑEIRO, MEMORIA DEL TRASNACIDO, CASIDA DEL AMOR Y DE LA NOCHE, dispuestos a remontar proximidades.
“Fue entonces cuando le hablé de su aldea…”; “Veo la rueca, la nieve, los espejos[…]Esto miro y descubro en los libros de la infancia[…]Y no deseo despertar/ porque mi madre acomoda la almohada”; “Eran los días cuando padre/ -sin dinero, melancólico-/ evocaba campesinos y jabalíes,/mañanas lluviosas, brumas”[…]Días en que madre/mostraba alondras o nubes/en una plaza con glorietas y divinidades”; “Ella habla en gallego: ¿Quien te cuidó de noche?[…] hijo mío, mi hijo del alma…Y calló la voz de mi madre. El alma se despidió atardecida, imperceptible”; “Luego me pregunté por qué las sombra celtas/hacen el milagro del instante”.
Penelas, viajero dispuesto, no abandona en sus excursiones el asombro del que habla Giorgio Bassani, destinado a capturar el poema inédito.
UNA PALOMA REGRESA DEL OLVIDO, ANTE UNA TELA DE VERMEER, UNA ROSA ROJA PARA JOHN DOWLAND, DAMA SENTADA ANTE LA ESPINETA, han visto la luz primera, espontánea, frente a una tela en un museo, en jornadas de conferencias o seminarios, a la mesa de un café emplazado en estrecha calle europea, en un rincón nórdico o en altisonante zoco.
Todo escenario es requisado de voces inmediatas, primordiales y esto puede constatarse en Fragmento de un diario de arte, bien definido por M. Eugenia Limeses, como “cosmovisión”.
Sin duda, a este cosmos llevan sus percepciones en símbolos y estampas de ciudades como Ámsterdam, Viena, Frankfurt, Praga, Budapest, Lisboa, Compostela, Madrid, Barcelona, Roma, Trieste, Florencia, Venecia, Sicilia, Edimburgo, Londres, Oslo, Copenhague, San Petersburgo, Paris, Bruselas, y las americanas tierras que lo instan a confesar “Desde estas lejanías del mundo/la planicie es espacio y rispidez[…]Quizá sea ésta la patria que aprisiono,/ secretas horas desnombradas/en la morosidad del silencio […]o la imagen de un caballo criollo./O la ceniza aquietada de las pulperías[…]Y veo el mar, inmigrantes, navíos.”
Los veintiséis enunciados que componen este segundo corpus del libro, evidencian la multiplicidad del universo que Carlos Penelas desmenuza y muestra, “nada puede ser ajeno: los grandes movimientos sociales y la intimidad en el silencio del sendero”.
Esa premisa, lleva al itinerario que el Poeta deambula, hacia afuera y hacia adentro, a campo abierto o por los reductos de la memoria, y de tal manera, que los encuentros se dan en infinitivos verbales, algunos tan milagrosos como el que bajo el número 24, trae la presencia de Raquel, hermana mayor de Penelas, “Fue ella la que me indicó caminos, la que me ayudó a descubrir la poesía, la música, la pintura. […]La que me ayudó a ver sin convencionalismos, sin dogmas […] a descubrir arquitecturas, modas, ilusiones, deseos de vivir… […] la voluntad de ser.”
De profundo pensamiento social, el poeta del verso libertario y del verso amoroso, cultivador de musicalidad viva sobre la naturaleza y la historia, intelectual comprometido con idea y trasgresión, el escritor que enaltece la belleza y la tribulación, el adolescente visionario que “amó la palabra y el color” y persistió tras “la búsqueda del objeto verbal puro”, ha divinizado la materia.
6.
“Creo que es ella, tiene un pendiente de perla. Siento fineza en su mirada, la serenidad del rostro. Sus labios se abren ligeramente como en un cuadro de Rembrandt. Lleva un turbante azul, observo el cuello blanco de su camisa. El perfil de la bella joven me conmueve. La miro en silencio”.
Marita Rodríguez- Cazaux
“Muchacha con perla”, de Vermeer van Delft, quizá el más reconocido pintor del arte Barroco, de notable maestría en el tratamiento de la luz, es inspirador del dibujo original de Juan Manuel Sánchez, muralista, grabador y pintor argentino, que ilustra la cubierta de esta obra recientemente editada por Dunken.
Paralelismo entre Vermeer y Sánchez, rematado por una frase de Lope de Vega —elegida como Pórtico—, gozosa de magnitud en mural poético, “La poesía es pintura de los oídos, como la pintura poesía en los ojos”, que habrá de conducirnos a “las claves personales, el delicado trabajo de insinuación o de ocultación” en el libro de Penelas.
Artista perceptiva, M. Eugenia Limeses, corresponde a la elevación inspirada en el dibujo, y su mirada faculta que “aquellos que conocemos la obra del pintor luego de leer este Homenaje sentiremos un deseo renovado de revisitarla y probablemente descubramos nuevos destellos en la perla de la muchacha aquella…”
Este escenario de arte, da paso al primero de los poemas, que lleva como epígrafe, los versos de Umberto Saba, pertenecientes a “La foglia”.
PADRE ORFEO, traslada y detiene a Penelas, en un cuadro de imagen pura y absoluta, poetizada en primera persona y en tiempo pretérito, donde los sentidos se mixturan para advertir, finalmente, que “no supe de verdad/ si estaba soñando/ o era mi padre que llegaba/ hasta mí desde el silencio”.
Invita este pleamar de sensaciones, a otras más íntimas y recónditas, donde los nombres propios se vuelven secretos, para frecuentar remembranzas: “llegando desde la sombra/viene a mi ensueño, /a este clamor del viento que recorre/la inmovilidad del lecho y del recuerdo” […] en una neblina que recuerda o busca/la ternura y la ausencia del vacío”.
Sutil sensualismo emana de EVOCACIÓN EN PLAZA LEZICA, TARDE DE OTOÑO, LOS JARDINES DE FRIEDRISCHSBAD, donde el Poeta habla de la Amante y de la Amada, “…la imagen de esta mujer que golpea/ el corazón sobresaltado del sueño/ en flotante nostalgia”; figura contendedora de estos dos atributos y, siempre, oculta.
Absorto en la esencia femenina, Penelas, muestra colosal virilidad para percibir el encantamiento de los instantes de intimidad, y lo plasma en EL POETA DESCUBRE EL ROSTRO DE LA AMADA, VISIONES DE UNA MADRUGADA EN HELSINKI, SI DULCE É `L TORMENTO, EL AIRE SIN CONSUELO. Una línea de cercanía a los versos de Elio Pagliarani o Cesare Pavese, desvelados por pasiones esquivas, indica la arquitectura poética que frecuenta el literato argentino, “...descubrí su amor, mi demencia, esa ensoñación”.
Desmembrado de éxodos “Soy un hombre duplicado, un solitario /que anhela la transfiguración y su morada”, Penelas, cruza aguas batidas, da curso a presencias míticas, subliminales, enraizadas en acentos y aromas que no se pierden, sino que, por el contrario, se agigantan en el devenir.
En constantes abordajes a un universo que orilla su naturaleza celta, toma el fuego de los lares, torna a las chairas, y ovilla el hilo de plata que lo orienta hacia Breogán.
Se refugian en su obra, entonces, aquellos sentimientos enaltecidos de infancia y juventud, LA MIRADA DE MI PADRE, FERVOR DE LA NIÑEZ, LA CASA DE PIÑEIRO, MEMORIA DEL TRASNACIDO, CASIDA DEL AMOR Y DE LA NOCHE, dispuestos a remontar proximidades.
“Fue entonces cuando le hablé de su aldea…”; “Veo la rueca, la nieve, los espejos[…]Esto miro y descubro en los libros de la infancia[…]Y no deseo despertar/ porque mi madre acomoda la almohada”; “Eran los días cuando padre/ -sin dinero, melancólico-/ evocaba campesinos y jabalíes,/mañanas lluviosas, brumas”[…]Días en que madre/mostraba alondras o nubes/en una plaza con glorietas y divinidades”; “Ella habla en gallego: ¿Quien te cuidó de noche?[…] hijo mío, mi hijo del alma…Y calló la voz de mi madre. El alma se despidió atardecida, imperceptible”; “Luego me pregunté por qué las sombra celtas/hacen el milagro del instante”.
Penelas, viajero dispuesto, no abandona en sus excursiones el asombro del que habla Giorgio Bassani, destinado a capturar el poema inédito.
UNA PALOMA REGRESA DEL OLVIDO, ANTE UNA TELA DE VERMEER, UNA ROSA ROJA PARA JOHN DOWLAND, DAMA SENTADA ANTE LA ESPINETA, han visto la luz primera, espontánea, frente a una tela en un museo, en jornadas de conferencias o seminarios, a la mesa de un café emplazado en estrecha calle europea, en un rincón nórdico o en altisonante zoco.
Todo escenario es requisado de voces inmediatas, primordiales y esto puede constatarse en Fragmento de un diario de arte, bien definido por M. Eugenia Limeses, como “cosmovisión”.
Sin duda, a este cosmos llevan sus percepciones en símbolos y estampas de ciudades como Ámsterdam, Viena, Frankfurt, Praga, Budapest, Lisboa, Compostela, Madrid, Barcelona, Roma, Trieste, Florencia, Venecia, Sicilia, Edimburgo, Londres, Oslo, Copenhague, San Petersburgo, Paris, Bruselas, y las americanas tierras que lo instan a confesar “Desde estas lejanías del mundo/la planicie es espacio y rispidez[…]Quizá sea ésta la patria que aprisiono,/ secretas horas desnombradas/en la morosidad del silencio […]o la imagen de un caballo criollo./O la ceniza aquietada de las pulperías[…]Y veo el mar, inmigrantes, navíos.”
Los veintiséis enunciados que componen este segundo corpus del libro, evidencian la multiplicidad del universo que Carlos Penelas desmenuza y muestra, “nada puede ser ajeno: los grandes movimientos sociales y la intimidad en el silencio del sendero”.
Esa premisa, lleva al itinerario que el Poeta deambula, hacia afuera y hacia adentro, a campo abierto o por los reductos de la memoria, y de tal manera, que los encuentros se dan en infinitivos verbales, algunos tan milagrosos como el que bajo el número 24, trae la presencia de Raquel, hermana mayor de Penelas, “Fue ella la que me indicó caminos, la que me ayudó a descubrir la poesía, la música, la pintura. […]La que me ayudó a ver sin convencionalismos, sin dogmas […] a descubrir arquitecturas, modas, ilusiones, deseos de vivir… […] la voluntad de ser.”
De profundo pensamiento social, el poeta del verso libertario y del verso amoroso, cultivador de musicalidad viva sobre la naturaleza y la historia, intelectual comprometido con idea y trasgresión, el escritor que enaltece la belleza y la tribulación, el adolescente visionario que “amó la palabra y el color” y persistió tras “la búsqueda del objeto verbal puro”, ha divinizado la materia.
6.
“Creo que es ella, tiene un pendiente de perla. Siento fineza en su mirada, la serenidad del rostro. Sus labios se abren ligeramente como en un cuadro de Rembrandt. Lleva un turbante azul, observo el cuello blanco de su camisa. El perfil de la bella joven me conmueve. La miro en silencio”.
Marita Rodríguez- Cazaux