Entrevista a Carlos Penelas: “Favaloro pudo cambiar la cardiología del mundo, pero no la sociedad de su tiempo”
En una plomiza tarde invernal que parece sumarse a la evocación, la memoria repara en una de las fechas más tristes del calendario histórico reciente de los argentinos: miércoles 29 de julio, se cumplen 15 años del suicidio del emblemático René Favaloro. Carlos Penelas, poeta y escritor, fue amigo del recordado cardiocirujano, y jefe de prensa de su Fundación. Escribió Diario interior de René Favaloro, editado en 2003 por Sudamericana. Corría el año 1978 cuando publicó Conversaciones con Luis Franco, y semanas más tarde vio por televisión a alguien, aún desconocido, recomendar su lectura, en especial a los jóvenes. Era un cirujano, ‘un tal Favaloro’. Con la alegría de haber sido ponderado por su labor fue al ex Sanatorio Guemes, con la finalidad de hacerle llegar su libro -dedicatoria incluida- a quien lo elogiara. Fue recibido por una secretaria, quien meses después lo llamó para hacerle saber que era invitado por el médico a que tuvieran una charla. Concurrió con gusto. Fue la primea. Aún no sabía que sería su colaborador y que los uniría una relación personal de veintidós años. Cuatro años de sincera y profunda amistad e infinidad de horas compartidas, en las que descubrirían semejanzas de espíritu y común admiración por la letra y autores, decidieron que fuera convocado a sumarse al proyecto de la Fundación. “Creo que me semblanteaba, durante nuestras charlas” -admite-.
p: ¿Cómo fue ese primer encuentro?
p: ¿Por qué aceptó trabajar con él? ¿Qué lo decidió?
p: En la antesala de la oficina del doctor Favaloro había una frase que decía: “He vivido siempre entre la agonía y el deber”. Ya en su despacho, una placa de bronce, en medio de otras tantas, firmada por el prestigioso doctor Dwight Harken, pionero en cirugía cardiovascular en la que se podía leer: “El amor y patriotismo a su tierra hizo que Norteamérica perdiera a uno de los mejores cirujanos del mundo”. ¿Quién era Favaloro? ¿Un idealista, un soñador, o un patriota sin límites que no fue entendido por su tiempo?
p: ¿Habrá sido usted su contrapunto dialéctico?
p: ¿Cuál era el objetivo final de Favaloro? ¿Proponer un programa sanitario, dar una lección moral, o ambos?
p: ¿Él valoraba en usted, su ética?
p: ¿Qué impidió continuar el proyecto? ¿Fue la lucha con el poder establecido?
p: ¿Cómo era considerado Favaloro en el murmullo social?
p: El profesor Mainetti, formador de Favaloro, definió a su discípulo con una frase que aún hoy perdura: “Favaloro fue un hombre público envidiado por los poderosos, alabado por los humildes, que no pudo ser capitalizado por la política”. ¿Comparte usted esa definición?
p: ¿Cuál era la utopía más importante de Don René?
p: Usted sostiene en Diario interior…, que ‘La vida del doctor Favaloro no es una vida, es más, un destino’. ¿Su vida con él, también lo fue?
p: Una frase de Goethe que usted citó: “Dos viajeros que parten de puntos alejados, se encaminan a igual destino y se encuentran a media jornada, suelen acompañarse mejor que si hubieran comenzado juntos el viaje”. ¿Favaloro era uno de ellos y usted el otro?
p: Usted sostuvo que Favaloro era un arquetipo difícil de reemplazar. ¿Qué piensa sobre el Dr. Albino?
p: Resulta fácil parangonar a Albino con Favaloro porque tienen un mismo enfoque: medicina social, cuidar la salud de las criaturas, y la mirada sobre Latinoamérica, ¿verdad?
p: Don René decía: “En el filo de la muerte no recordaremos nada material. Lo único que cuenta al final es la mujer amada, al amigo, la naturaleza…” ¿Usted era ese amigo? ¿Hablaba de usted?
p: ¿Al citar esa misma frase, usted podría decir que ese amigo era él?
p: ¿Cuál fue el mejor proyecto que logró armar desde su función?
p: Se percibe que René tenía al ‘deber y humanismo’, como rasgos salientes. ¿Usted también los tenía?
p: Favaloro, idealista o muy inteligente dejó una marca histórica, un mensaje, un legado, como los grandes revolucionarios de la historia. Su suicidio fue emblemático. Una denuncia. ¿Fue exitoso por lograr conformar su obra? ¿Fracasó por no poder continuar? ¿En el balance, qué parte pesa más?
p: En su libro hay una cita de Sigmund Freud: ‘La sociedad reposa sobre un crimen cometido en común’. ¿Qué o quién mató a Favaloro? ¿La envidia de parte del mundo médico? ¿La corrupción de un sector del sistema? ¿La indiferencia de un Estado ausente? ¿Un gobierno en crisis? ¿Sus detractores? ¿Todos juntos?
p: ¿Qué es lo que más extraña de él?
p: Usted cuenta que Favaloro se refugiaba en la naturaleza. ¿Dónde lo hace usted, en la letra?
p: Resulta fácil deducir que a través de vuestras charlas, él podía reconciliar el espíritu. ¿Era así?
Ante sus respuestas, se puede inferir que esos diálogos los llevaban a intentar una existencia posible entre lo inalcanzable y lo mundano, lo sagrado de encomiable objetivos que convivían con realidades profanas, mezquinas. Capaz de una mirada profunda sobre lo incompleto de los ambientes prosaicos, Penelas observaba el mundo de intereses que se suele resistir a las grandes metas del espíritu. Era interlocutor del Quijote, su intérprete, su exégeta. Asistir a René a dializar las impurezas propias de un economicismo que se abre paso a codazos, con el que se topaba, era entender su meta: evangelizar en pos de una medicina social. Las catarsis, las charlas reconciliaban el espíritu y devolvían el sentido a luchar contra la adversidad. Su colaboración sólo se medía en compromiso, en fidelidad.
p: ¿Qué es lo más difícil de aceptar, su muerte o su paso a la inmortalidad?
p: ¿No le resultaba difícil luchar con el Quijote?
p: Favaloro cerró una conferencia sobre Artigas, en Uruguay, con una letra de Zitarrosa: ‘Quisiera decir que tengo alegría en lo que doy, pero con mi canto voy más triste de lo que vengo’. ¿Qué piensa de eso?
p: Usted fue muy valiente al admitir en su libro que soñaba frecuentemente con su padre y con Favaloro. ¿Lo sigue soñando?
Responde a la última pregunta lentamente, con contadas palabras y una mirada casi ausente. Quizás, atravesado por el recuerdo de una época maravillosa. El brillo de sus ojos lo revela. Llena la descripción de Machado en Cantares: ‘caminante no hay camino, se hace camino al andar… golpe a golpe, verso a verso’. Un conjuro mágico permitió escuchar las confesiones del hombre, del amigo. Aquel tiempo en que el escritor eximió a la pluma,… ‘el poeta era sólo un peregrino’. Recorre en silencio el laberinto de una intimidad que siempre conservará. La entrevista concede un clima de evocación que devuelve con un relato sensible, único. Refleja pasajes intimistas de un hombre de los más respetados y queridos de Argentina y del mundo, ‘emblema de humanismo y honestidad’. Acaso, el Quijote. Cae la tarde. En su transcurso, permitió contar una historia de amistad entre un médico rural y un escritor. Ya próximo al descanso, acostumbrado al ambiente de hadas y druidas, sabe que es probable que lo vuelva a soñar. Tal vez, luego de una charla sobre poesía y literatura, en la que también comulguen espíritu, ideales, luchas, utopías, y compartan alegrías y desahogos, René Favaloro le repita: “Carlos, vamos, tenemos que trabajar”, y Penelas no dude en aceptar. Al despertar, sonreirá por la ensoñación. Pluma en mano, volverá el poeta a sublimar, con ‘las mismas letras que un día dieron refugio al gigante y fuerzas para luchar’.–
Guillermo Daniel Balbi / Periodista
https://guillermobalbi.wordpress.com/2015/08/02/rene-favaloro-y-los-molinos-de-viento/
* Nota de autor: Agradezco al señor Carlos Penelas la gentileza de haber aceptado esta entrevista y la cordialidad y generosidad expuestas en la colaboración de su desarrollo. GDB-
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