Presencia de Leopoldo Lugones
En mi juventud conocí a Luis Franco. Junto a él crecí, me formé intelectualmente, participé de una ética, de su generosidad sin límite. Franco me hizo amar y admirar con tenacidad la obra y la trayectoria de Domingo Faustino Sarmiento y la de Leopoldo Lugones.
En Argentina la barbarie, el populismo, la pereza mental, la imbecilidad y el dogmatismo hicieron que su decadencia llegara a límites inimaginables. Nos resulta sencillo advertir en lo cotidiano la impunidad, la insolencia, la corrupción, la incultura o el pensamiento extravagante. Y las poses banales de muchos artistas e intelectuales.
Hablar de Sarmiento y de Lugones es mencionar a los dos escritores mayores de nuestra historia literaria. Si pensamos en Lugones decimos Rubén Darío. Entonces, inevitablemente, llegan las voces de Luis Franco, Ezequiel Martínez Estrada, Horacio Quiroga, Samuel Glusberg. Decimos estética, sensibilidad modernista. Y decimos Víctor Hugo. Su obra – es válido recordarlo – excedió los límites del movimiento modernista. Es la figura central de nuestra literatura con proyección continental.
Lugones, como poeta trasciende “inagotables recursos verbales y pictóricos” afirma Rodolfo Walsh. Introduce el cuento fantástico en nuestro país. Junto a su nombre José Martí, José Hernández, Guillermo E. Hudson. Para ser claro: Lugones es más que un escritor, es un arquetipo y una compleja literatura.
Los crepúsculos del Jardín (1905) y Lunario sentimental (1909) alcanzan para señalar la atmósfera refinada, la elegancia y la originalidad creadora. Precisión y belleza. Recoge el simbolismo, experimenta el misterio en Las fuerzas extrañas (1906) y es además precursor de la literatura breve en nuestro país.
El profundo estudio que hace de Sarmiento y de Hernández pone sobre el tapete la eficacia, el rigor, el emblema de nuestra identidad cultural. Lugones, debemos recordar, se opuso al antisemitismo que muchos intelectuales y escritores de su época profesaron. Una cita de Leonardo Castellani: “Lugones fue condenado por el país a ser autodidacto”.
Una genialidad – admirable, único – Yzur (1924) enlaza mitos clásicos con la pseudociencia. Un relato equiparable a un cuento de Edgar A. Poe, H.G.Wells o Villiers L´Isle Adam. Lugones personifica la imagen del intelectual-escritor. Sin él no se concibe la literatura argentina. Su dimensión abarca una memoria. Paradójicamente se lo critica sin leerlo, sin comprender un sentimiento que rebasa la veneración. Sus cambios ideológicos y temperamentales – del anarquismo al socialismo, del socialismo al golpismo – son ajenos a su talento creador. ¿Qué hacemos, entonces, con Richard Wagner, Ezra Pound, Céline o Leni Riefenstahl?
Leopoldo Lugones fue un gran conocedor del mundo griego, de la Grecia clásica, de su mitología, de su poética. Ejemplo de ello son sus ensayos Estudios helénicos (1923), Nuevos estudios helénicos (1928). Tampoco fue ajeno al horizonte científico, a la epistemología de la ciencia. “La escuela democrática debe estar dominada por el método científico”, recordó en más de una oportunidad.
“Decir que ha muerto el primer escritor de nuestra república, decir que ha muerto el primer escritor de nuestro idioma, es decir la verdad y es decir poco”. Eso escribió Jorge Luis Borges en la revista Nosotros por la muerte de Lugones.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 16 de junio de 2016
3 comments
Querido Carlos: excelente lo tuyo. Los que hemos conocido a Franco sabemos lo que pensaba de Lugones y Sarmiento. Pero somos una ultra minoría quienes hemos leído a Franco, Lugones y Sarmiento. La ignorancia que he visto, leído y escuchado estos días sobre el tema de Lugones, a propósito del Día del Escritor, es alucinante. De tipos autodefinidos como "intelectuales" diciendo: "Lugones, el inventor de la picana". Es importante salir al cruce de estas barbaridades, porque las nuevas generaciones, terminarán incorporándolo a google. abrazo.
ResponderEliminarCarlos A. Suárez
Carlos, amigo querido, no hay palabras suficientes para valorar este homenaje de tu pluma y pensamiento a uno de los dos autores fundamentales del canon literario nacional. Tal como lo reconoce, junto a Sarmiento y mas allá de ideologemas, incluso Beatriz Sarlo en sus Escritos sobre literatura argentina(2007). En tiempos de rebajas para el arte y la literatura nacional, en donde por la misma causa el horizonte ético ha descendido hasta el último subsuelo, y donde lo grosero del gusto es avalado en forma directa o soterrada por la propia obra y el comportamiento de tantos de nuestros escritores e intelectuales, vale más que nunca evocar y honrar la memoria de los creadores de excelencia de integridad indudable, como Lugones, como Sarmiento o Martínez Estrada, cuyo ejercicio del pensar y del poetizar fue y es por demás heredero de aquel gran estilo que, por oposición a las extravagancias de autores menos que menores, tan clara como melancólicamente aparece trazado en la magna obra del admirado Claudio Magris; pasión y refinamiento, Bildung, arte como honda práctica de vida destino.
ResponderEliminarMi admiración y mi abrazo,
Alejandro Drewes
Hermoso artículo Carlos. La Historia de Sarmiento de Leopoldo Lugones ha sido uno de mis libros preferidos siempre, desde mi escuela secundaria. Es imposible olvidar el análisis que hace en cada capítulo y fragmentos como "La naturaleza hizo en grande a Sarmiento..." o "De habérsele agrandado el corazón murió Sarmiento...". Qué figuras y qué prosas admirables la de uno y otro. Gracias una vez más
ResponderEliminarSusana Lamaison