Abel Albino: médico de niños
-Dr. Faraday, ¿para qué sirve la ciencia básica?
-¿Para qué sirve un chico recién nacido?
Dr. Miguel Faraday (1791-1867)
Conocí al doctor René Favaloro en 1978 cuando publiqué Conversaciones con Luis Franco. Él era un lector entusiasta de su obra y se lo alcancé. A partir de ahí estuve siempre a su lado. Al mes de su suicidio renuncié. Había sido Jefe de Relaciones Públicas, Sub-director de las publicaciones de la Fundación y miembro del Comité de Ética de la misma. Gracias a su humanismo médico, a su generosidad, a su hombría de bien, a su amistad, me fui introduciendo en el mundo de la medicina, en el mundo de la ciencia básica. Pude conocer y conversar con algunos de ellos. Recuerdo a César Milstein, Juan Carlos Chachques, Denton Cooley, Gregorio Klimovsky, Guillermo Jaim Etcheverry, entre tantos otros. Allí también los nombres de Abram Moszenberg, Juan Antonio Mazzei, Ricardo Pichel, Patricio J. Garrahan, Alberto C. Taquini (h). Y la memoria de Alexis Carrell, Luis Agote, Michael DeBakey, Donald Effler, Luis Leloir, Ramón Carrillo, Cosme Mariano Argerich, Ricardo Finochietto…
Hoy hay un médico, un médico de niños a quien admiro. Estamos hablando del Dr. Abel Pascual Albino. “Se puede medir la ilustración y la clarividencia de los gobernantes por la importancia que acuerdan a la investigación científica fundamental, por lo que realmente hacen para ayudarla, y por el apoyo y respeto que dispensan a los auténticos hombres de ciencia”. Esto dijo el Dr. Bernardo A. Houssay. Sin duda podemos aplicar el concepto al problema de la desnutrición infantil. ¿Qué hacen - de verdad - los gobiernos, por luchar contra la desnutrición infantil? Es aquí donde aparece el doctor Albino.
Recordemos. Abel Albino se recibe de médico en 1972, en la Universidad de Tucumán. Hace su especialización en pediatría en Chile, en 1973. En 1987 hace el doctorado en Medicina en la Universidad Nacional de Cuyo. Es en España donde se especializa en “biología molecular en gastroenterología”, en la Universidad de Navarra. El modelo chileno del prestigioso Dr. Fernando Monckeberg Barros lo lleva a ocuparse de la desnutrición en los niños. En mayo de 1992 escucha al Papa Juan Pablo II hacer una convocatoria a luchar por los más débiles. La Madre Teresa de Calcuta genera en este hombre el compromiso indeclinable para combatir el hambre, la pobreza y la inequidad social.
En 1993, en Algarrobal (Mendoza) se sube a una lata de veinte litros de pintura para alzar la voz. Necesita que lo escuchen. Crea CONIN (Corporación para la Nutrición Infantil). El sistema toma su ejemplo en Paraguay, Perú, Brasil, Bolivia, India entre otros países.
Dice: “La desnutrición es el resultado final del subdesarrollo”. Dice: “La única enfermedad generada por el hombre”. Dice: “La desnutrición es la única debilidad mental que se puede prevenir”. Dice: “La familia es la única escuela de humanidad que existe”. Y se afirma en don Gregorio Marañón: “Vivir no es sólo existir, sino existir y crear”.
Admirador de Sarmiento – imposible no serlo – con marcado espíritu misionero convoca conciencias. Su objetivo es que se llegue a implementar el sistema en toda la Argentina, luego en toda Latinoamérica. Sostiene hasta el cansancio que la falla es cultural. La pobreza, la miseria, la corrupción, la injusticia cercena la posibilidad de crecimiento. Insiste: “es el principal problema argentino”.
Su voz se expande cada día. Dicta conferencias por todo el país. Un solo título: “Desnutrición, el mal oculto”. Tomó un compromiso ineludible contra temores o intereses sectarios. Siente, desde hace décadas, que millones de argentinos viven en la miseria, sin agua potable, sin educación, sin viviendas dignas. Todo esto en un país aparentemente rico y solidario. No desea el desarrollo tóxico de una modernidad ni la industria publicitaria que lleva a la marginidad del pensamiento y del sentir. Entiende, además, que la humanidad ha sido drogada por el consumismo, que vive un estado de necesidad artificial. Continúa en la senda de aquellos grandes hombres: Braun Menéndez, Sadosky y tantos otros que sentaron las bases para una ética humana, profesional, digna.
El Dr. Abel Albino siente el deterioro de generaciones desvalidas, el caos ecológico ocasionado por el irracional consumo de las reservas naturales. Por eso su lucha contra la desnutrición infantil. Por eso nuestra admiración y agradecimiento. El país necesita arquetipos de su estatura.
Carlos Penelas
Buenos Aires, octubre de 2017
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