El viernes 13 de abril se presentó en el salón de actos de Espacio Cultural de la Organización de Estados Americanos, Paraguay 1514, Buenos Aires, el libro Poetas sobre Poetas, editado por Castalia / Poesía, Enigma Editores.
La compilación pertenece a Susana Cattáneo, María Amelia Díaz y David Sorbille. La obra tiene por objeto que poetas escriban sobre poetas destacados de nuestra literatura. Marita Rodríguez-Cazaux, es ésta oportunidad, escribe sobre el ensayo Celebración del poema de Carlos Penelas. El texto a continuación.
CARLOS PENELAS
Celebrar la fecundidad del pensamiento lírico
Por Marita Rodríguez-Cazaux
CELEBRACIÓN DEL POEMA, notable ensayo del literato argentino-gallego, CARLOS PENELAS (1946), uno de los poetas contemporáneos de mayor altura, enfatiza los recursos líricos, despliega reflexión y pensamiento filosófico y predispone para acercarnos a un Poeta de esmerada visión, lenguaje impecable y certero flash sobre la imagen.
Penelas entiende la lírica como aguda percepción de historia, tiempo y sociedad y tiene dispuesto un sentimiento alerta para manifestar su pulso (“Quien no sea capaz de tomarse el pulso a sí mismo no pasará de borrajear prosas de pamplina”, asegura Ramón López Velarde en Dificultades de la Poesía). Significancia doble que logra el Poeta, carnosa sustancia más allá de la alegoría, de la metáfora; “Ir al sujeto y al objeto”, hallar el YO lírico y el YO literal, acudir a la abstracción, avanzar y retroceder por las estrofas preguntándose cómo sostiene su propia voz cuando escribe y cómo crece el eco de las voces a su alrededor.
Penelas propone dinamismo, palpitación, vorágine, tocar la poesía que se mueve, iluminación y revolución interior y exterior, liberación desde la entraña.
“La poesía predice. Celebra constelación en el lenguaje, libertad que habla en sí, que es signo de sí. Inaugura lo humano y su elevación”, asevera. Quizá sea esta iluminación para elegir antagonismos, los opuestos, el abordaje tras compleja vacilación, para indagar el sentido de la vida y su levitar, y con tan fenomenales imágenes que deben ser comparadas a la poética magistral de Cesare Pavese, Pedro Salinas, Salvatore Quasimodo. Es evidente que, como ellos, Penelas no confunde “el reflejo de la luz con la luz misma”, su propia obra emparenta el arte.
Transformación, transfiguración que todo arte que se precie finalmente ha de trasvasar, estado al que invita cuando acuña “poetizar el movilizador universo de nostalgias”, destacando idea, verbo y sustantivo, porque los vocablos bien valen su peso en cada verso de Penelas.
Lúcido pensador, conferencista y ensayista, el Poeta se aplica a sí mismo la remembranza y afirma que “desde el poema no hay olvido”, para sostener luego que “la expresión estética es la que configura las raíces, la casa, las voces de los padres, el mundo agrario, la lírica del amor y del dolor, el desasosiego, el contexto emigrante, la injusticia social, la transición, el desengaño”.
“El poema es la atmósfera, el clima”, realidad sin refute para los que gozamos -o penamos- la poesía en los ecos de otra lengua que nos habita, para los hijos del exiliado, para los descendientes de ese descendido en “la lenta erosión de la vida”, aquellos a los que el Poeta destina cuadro entrañable y vivo.
Tendrá significancia entonces ese “abrumador sentimiento de empatía en el instante de la creación” que sostiene Penelas: “Fugacidad y transformación en contra de la mediocridad ambiental, fijación obsesiva de lo Bello ante la vulgaridad, […] visión del sentir y del pensar…”.
Ahora bien, ¿cuál es el punto del don, del hallazgo que por gracia recibe el Poeta y dónde el vértice en que deja de serlo mientras reflexiona sobre los universos humanos? ¿En qué instante “la gracia petrificada” se moviliza hacia la inquietud por alcanzar respuesta cabal? Parece responderlo él mismo cuando asegura que “el poema lleva en sí un poder mágico” y agrega quizá desde su propia inquietud “¿ha sido, en verdad, conjurado el hechizo?”, y podríamos agregar, ¿o el Poeta se ha apoderado de la verdad más verdadera?
Otro enunciado de sustancia filosófica se establece cuando Penelas muestra la condición y el oficio de ser poeta: “Un poeta no adquiere su condición de tal sólo por un libro, por una línea. Su obra moviliza impresiones, desprendimientos, amores inseguros. Es portador de estados de ánimo, de sensaciones, de nostalgias. Refleja lo que descubre y lo que intuye. Alejado de los falsos pudores, su vocación está en la soledad, en la madurez de la voz, en la ambigüedad de lo cotidiano. Todo y cada cosa es una amenaza de eternidad. El poeta siempre anima una dialéctica sutil, por momentos incomprensible”. Y luego, “El poema se enfrenta a los dogmas, a la vulgaridad, a los populismos…”. Valga esta aseveración para instar a “abrir los verdaderos ojos” sobre un mundo que clama por ser mirado. “A veces, sentimos el ahogo de la voz”, acredita frente a su propio espejo.
“[…] una aventura instauradora del misterio que baña el alma humana” […] Si la poesía tiene una finalidad no es satisfacer la vanidad de quienes la crean sino espiritualizar al hombre. Todo lo que se escribe debe ser con pasión”.
Respecto a la soledad de quien escribe, Penelas afirma que “el hombre que lee está siempre solo. El hombre que lee no es fácil de manipular. La lectura lo hace diferente, lo hace fantasioso” y lleva este pensamiento más allá de “la conciencia colectiva”, a la necesidad de explorar “la naturaleza y el corazón del hombre”.
El Poeta logra en ese estado de contemplación, aunar placer, emoción y arrebato: “La belleza poética debe hacernos vibrar como el goce de la mujer amada, pues lleva la mitología de las cosas, a los símbolos del destino. Todo poema es una profecía”. He aquí la verdadera celebración.
*MARITA RODRÍGUEZ-CAZAUX, nació en Buenos Aires. Formada en Letras y Psicopedagogía, ensayista, jurado, conferencista, poeta y escritora premiada. Autora de poemarios y libros de cuentos, su obra ocupa destacado lugar en antologías nacionales e internaciones. Coordina el café literario Umbral San Telmo en el Bar Notable La Poesía y desde su inicio las clínicas literarias de Editorial Dunken.
La compilación pertenece a Susana Cattáneo, María Amelia Díaz y David Sorbille. La obra tiene por objeto que poetas escriban sobre poetas destacados de nuestra literatura. Marita Rodríguez-Cazaux, es ésta oportunidad, escribe sobre el ensayo Celebración del poema de Carlos Penelas. El texto a continuación.
CARLOS PENELAS
Celebrar la fecundidad del pensamiento lírico
Por Marita Rodríguez-Cazaux
CELEBRACIÓN DEL POEMA, notable ensayo del literato argentino-gallego, CARLOS PENELAS (1946), uno de los poetas contemporáneos de mayor altura, enfatiza los recursos líricos, despliega reflexión y pensamiento filosófico y predispone para acercarnos a un Poeta de esmerada visión, lenguaje impecable y certero flash sobre la imagen.
Penelas entiende la lírica como aguda percepción de historia, tiempo y sociedad y tiene dispuesto un sentimiento alerta para manifestar su pulso (“Quien no sea capaz de tomarse el pulso a sí mismo no pasará de borrajear prosas de pamplina”, asegura Ramón López Velarde en Dificultades de la Poesía). Significancia doble que logra el Poeta, carnosa sustancia más allá de la alegoría, de la metáfora; “Ir al sujeto y al objeto”, hallar el YO lírico y el YO literal, acudir a la abstracción, avanzar y retroceder por las estrofas preguntándose cómo sostiene su propia voz cuando escribe y cómo crece el eco de las voces a su alrededor.
Penelas propone dinamismo, palpitación, vorágine, tocar la poesía que se mueve, iluminación y revolución interior y exterior, liberación desde la entraña.
“La poesía predice. Celebra constelación en el lenguaje, libertad que habla en sí, que es signo de sí. Inaugura lo humano y su elevación”, asevera. Quizá sea esta iluminación para elegir antagonismos, los opuestos, el abordaje tras compleja vacilación, para indagar el sentido de la vida y su levitar, y con tan fenomenales imágenes que deben ser comparadas a la poética magistral de Cesare Pavese, Pedro Salinas, Salvatore Quasimodo. Es evidente que, como ellos, Penelas no confunde “el reflejo de la luz con la luz misma”, su propia obra emparenta el arte.
Transformación, transfiguración que todo arte que se precie finalmente ha de trasvasar, estado al que invita cuando acuña “poetizar el movilizador universo de nostalgias”, destacando idea, verbo y sustantivo, porque los vocablos bien valen su peso en cada verso de Penelas.
Lúcido pensador, conferencista y ensayista, el Poeta se aplica a sí mismo la remembranza y afirma que “desde el poema no hay olvido”, para sostener luego que “la expresión estética es la que configura las raíces, la casa, las voces de los padres, el mundo agrario, la lírica del amor y del dolor, el desasosiego, el contexto emigrante, la injusticia social, la transición, el desengaño”.
“El poema es la atmósfera, el clima”, realidad sin refute para los que gozamos -o penamos- la poesía en los ecos de otra lengua que nos habita, para los hijos del exiliado, para los descendientes de ese descendido en “la lenta erosión de la vida”, aquellos a los que el Poeta destina cuadro entrañable y vivo.
Tendrá significancia entonces ese “abrumador sentimiento de empatía en el instante de la creación” que sostiene Penelas: “Fugacidad y transformación en contra de la mediocridad ambiental, fijación obsesiva de lo Bello ante la vulgaridad, […] visión del sentir y del pensar…”.
Ahora bien, ¿cuál es el punto del don, del hallazgo que por gracia recibe el Poeta y dónde el vértice en que deja de serlo mientras reflexiona sobre los universos humanos? ¿En qué instante “la gracia petrificada” se moviliza hacia la inquietud por alcanzar respuesta cabal? Parece responderlo él mismo cuando asegura que “el poema lleva en sí un poder mágico” y agrega quizá desde su propia inquietud “¿ha sido, en verdad, conjurado el hechizo?”, y podríamos agregar, ¿o el Poeta se ha apoderado de la verdad más verdadera?
Otro enunciado de sustancia filosófica se establece cuando Penelas muestra la condición y el oficio de ser poeta: “Un poeta no adquiere su condición de tal sólo por un libro, por una línea. Su obra moviliza impresiones, desprendimientos, amores inseguros. Es portador de estados de ánimo, de sensaciones, de nostalgias. Refleja lo que descubre y lo que intuye. Alejado de los falsos pudores, su vocación está en la soledad, en la madurez de la voz, en la ambigüedad de lo cotidiano. Todo y cada cosa es una amenaza de eternidad. El poeta siempre anima una dialéctica sutil, por momentos incomprensible”. Y luego, “El poema se enfrenta a los dogmas, a la vulgaridad, a los populismos…”. Valga esta aseveración para instar a “abrir los verdaderos ojos” sobre un mundo que clama por ser mirado. “A veces, sentimos el ahogo de la voz”, acredita frente a su propio espejo.
“[…] una aventura instauradora del misterio que baña el alma humana” […] Si la poesía tiene una finalidad no es satisfacer la vanidad de quienes la crean sino espiritualizar al hombre. Todo lo que se escribe debe ser con pasión”.
Respecto a la soledad de quien escribe, Penelas afirma que “el hombre que lee está siempre solo. El hombre que lee no es fácil de manipular. La lectura lo hace diferente, lo hace fantasioso” y lleva este pensamiento más allá de “la conciencia colectiva”, a la necesidad de explorar “la naturaleza y el corazón del hombre”.
El Poeta logra en ese estado de contemplación, aunar placer, emoción y arrebato: “La belleza poética debe hacernos vibrar como el goce de la mujer amada, pues lleva la mitología de las cosas, a los símbolos del destino. Todo poema es una profecía”. He aquí la verdadera celebración.
*MARITA RODRÍGUEZ-CAZAUX, nació en Buenos Aires. Formada en Letras y Psicopedagogía, ensayista, jurado, conferencista, poeta y escritora premiada. Autora de poemarios y libros de cuentos, su obra ocupa destacado lugar en antologías nacionales e internaciones. Coordina el café literario Umbral San Telmo en el Bar Notable La Poesía y desde su inicio las clínicas literarias de Editorial Dunken.