Silencio de bosque, luna elevada.
Agua, manantial, paz en el viento,
mástil y voz sobre el teclado,
modulación perdida de la lluvia.
Roza árboles, templos,
las callejuelas ciegas medievales
desvelando el ocaso.
A veces Martín Códax crea alas
en la noche, aureola mística.
Dolor cedido, mudo. Desdichada
nube interminable, solitaria.
En la mesa de una taberna
copa sonora, espuma pastoril
que arrastra el mar, voz áspera
de campanario, aire perecible.
Sueña la noche en robles,
sobre el aliento perezoso de la tarde.
Templo sereno, niebla azotada
en el destello inmóvil,
alborada temblando en el recuerdo.
Resonancia, puro don de altura,
lumbre saliendo en destino.
Conmueve su belleza ondulante, crecida.
Carlos Penelas
Buenos Aires, diciembre de 2019