Hay un tren que atrae el horizonte
como una viajera de cabellos nocturnos.
Un tren que fluye en viejas cartas
invocando collares y sollozos.
Vuelve sobre nuestro corazón
igual que madre y padre
al atravesar el esplendor del bosque.
Son moradas de pájaros que abanican
los cuartos irreales del sueño,
meandros de playas y silencios.
Inhabitable como la memoria
es el presentimiento de la amada.
Bajo estas nubes
es transparente la avidez del poema.
Carlos Penelas
Buenos Aires, octubre de 2019
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