Video del lanzamiento de la 15° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 1989, y entrega de premios a la Mejor Cobertura Radial de la edición anterior, 1988, en donde Carlos Penelas recibió el suyo por su labor en Radio Nacional.
Palabras de MarÃa Meleck Vivanco sobre El corazón del bosque, de Carlos Penelas (Buenos Aires, 1992, Torres Agüero Editor).
Me sumerjo en el color de sus metáforas, en el brillo de palabras tan misteriosas como hojas caÃdas en el agua o el eco del otoño en los álamos. Vivo el sobresalto abrasador de su libertad.
Llega a mi todo el lenguaje al servicio de la magia. Vale decir, entregado al poeta-mago que lo convoca. Haciendo suyas las cosas de la belleza necesaria, pero también las cosas del más absoluto encantamiento, como paisajes entrevistos en un juego adolescente de nieve lunar, o ensoñaciones al fondo del océano.
Carlos Penelas, arroja al mar su mensaje del alba, su botella de jade en el profundo retiro de la música. Permanece más que los nombres de las mansiones conmovidas que le arriman fantasmas. Construye esplendores de una leyenda antigua y de montes atrapados por el fuego. Su respiración se parece al vaho de un helecho respirado proe el ángel que lo anima.
Honda la plenitud de ese acento suyo armonioso y terrible como el sol. Como la sangre agolpándose y gimiendo en las sienes de los niños. Desnudo su acento en una campiña lila, extendida sobre el lecho de un rÃo cunado los rebaños se enamoran.
Su poesÃa es la memoria natal que irrumpe y se moja de estrellas. Sostenida la palabra y temblando su gran flor, lánguidamente hermosa.
Suave para sus versos, el cielo se constela de preguntas persiguiendo el milagro. Suave para sus versos, quedará en esta tierra como una roja espada entre los números. Como un espejo vivo para justificarnos.
MarÃa Meleck Vivanco
Me sumerjo en el color de sus metáforas, en el brillo de palabras tan misteriosas como hojas caÃdas en el agua o el eco del otoño en los álamos. Vivo el sobresalto abrasador de su libertad.
Llega a mi todo el lenguaje al servicio de la magia. Vale decir, entregado al poeta-mago que lo convoca. Haciendo suyas las cosas de la belleza necesaria, pero también las cosas del más absoluto encantamiento, como paisajes entrevistos en un juego adolescente de nieve lunar, o ensoñaciones al fondo del océano.
Carlos Penelas, arroja al mar su mensaje del alba, su botella de jade en el profundo retiro de la música. Permanece más que los nombres de las mansiones conmovidas que le arriman fantasmas. Construye esplendores de una leyenda antigua y de montes atrapados por el fuego. Su respiración se parece al vaho de un helecho respirado proe el ángel que lo anima.
Honda la plenitud de ese acento suyo armonioso y terrible como el sol. Como la sangre agolpándose y gimiendo en las sienes de los niños. Desnudo su acento en una campiña lila, extendida sobre el lecho de un rÃo cunado los rebaños se enamoran.
Su poesÃa es la memoria natal que irrumpe y se moja de estrellas. Sostenida la palabra y temblando su gran flor, lánguidamente hermosa.
Suave para sus versos, el cielo se constela de preguntas persiguiendo el milagro. Suave para sus versos, quedará en esta tierra como una roja espada entre los números. Como un espejo vivo para justificarnos.
MarÃa Meleck Vivanco
(1921 - 2010)
La única mujer en el primer movimiento surrealista argentino que compiló Aldo Pellegrini.
Una de las grandes poetas argentinas. Participó en el Congreso Internacional del surrealismo realizado en Roma y recibió en Nueva York el Premio UNICEF.
La única mujer en el primer movimiento surrealista argentino que compiló Aldo Pellegrini.
Una de las grandes poetas argentinas. Participó en el Congreso Internacional del surrealismo realizado en Roma y recibió en Nueva York el Premio UNICEF.
domingo, septiembre 27, 2020
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vos sola lo escribisteis, yo lo leo
Garcilaso de la Vega
Robert Doisneau |
y tu sonrisa. La mirada, el secreto.
Te suspendo sin sombra
en la deseada voz revelando una calle.
Descubro tu cadera, las magnolias.
Entonces, mis ojos
muestran un cielo desvalido,
el desasosiego del insomnio,
un vestido negro entre mis manos.
Sé que es un sueño
para no ahuyentarte definitivamente.
Carlos Penelas
Buenos Aires, septiembre de 2020
Foto: Robert Doisneau
sábado, septiembre 19, 2020
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Los peronistas debieran probar que son honestos
Mario Bunge
Recalcitrantes. Asà solÃa nombrarlos mi padre. También decÃa inciviles. Mi padre, que sólo acudió dos años a la escuela, que trabajó en el campo desde los seis cuidando cabras en el monte, fue desde joven un gran lector. También fue amante de la música, del cine mudo, además del fútbol y del boxeo. HabÃa nacido en Galicia, en Espenuca, una aldea olvidada del planeta. A veces los llamaba incurables, contumaces. DecÃa que eran irremediables, impenitentes. Cuando el fastidio, la irritación o la indignación eran extremos solÃa blasfemar en galego y en castellano.
Del otro lado las cosas no eran mucho mejores, pero habÃa nombres respetables, seres significativos. No muchos, pero los habÃa. Hombres y mujeres honestos, laboriosos, rectos, Ãntegros. En mi hogar escuchaba sus actos, sus vivencias. Y los habÃa de distintas ideologÃas, con matices; conductas probas.
Hoy, después de tantos años debo confesar que cuando mi padre opinaba del peronismo no se equivocó. Es una pesadilla que se universaliza. El conflicto estructural que generó el peronismo en el cual vivimos – con sus distintas nomenclaturas - lo construyó a partir de un imaginario social. Los mismos burócratas sindicales, las mismas patotas, los mismos discursos envejecidos; conceptos demenciales. Diez, veinte, treinta, setenta años en una poltrona. Además de los ilÃcitos. Y todo vale. Valen los bombos, las vinchas, el choripán. Eso sÃ, cada dÃa más degradada una sociedad. Pero siempre voluble en una suerte de hipnosis nacional y popular, con alianzas, relatos heroicos, complicidades, consignas al borde del extravÃo. Según los tiempos son de derecha o de izquierda, no siendo en el fondo ni lo uno ni lo otro. La corrupción es un pensamiento pequeño burgués, entonces. Perpetuación enfermiza, pragmatismo que marcha de la mano con la barbarie. A esto la simbologÃa, la apropiación de una épica, contaminación de la historia. Una mezcla de patriotismo rancio con una suerte de izquierda acomplejada, iletrada. Algunos escapan a este circo mafioso, pero son tan pocos que no significan nada ante aplausos, vÃtores y pancartas. En los últimos tiempos el delirio hace que sean progres. Se suman a lo que sea, construyen un rito. Y siga el baile.
Siempre fieles a las consignas. Las del general o las del secretario del general. Y las lecturas llevan la demonización de la atmósfera, de los estados de ánimo, de la toga inmaculada del lÃder circunstancial. Pueden estar con los movimientos guerrilleros y al mismo tiempo contra ellos. Adhieren a jerarcas hasta que descubren que son traidores, que esos que elevaron al trono no son parte de la patria, de lo nacional y popular. No existe autocrÃtica ni arrepentimiento: los corruptos son otros. Entonces entrecruzamientos, apelaciones, juego dialéctico, eterno retorno. No sólo la falsificación sistemática de la realidad, la inversión de toda la realidad. El mito dando en la cabeza: la alegrÃa es peronista, el amor es peronista, la madre es peronista, la patria es peronista. Final de partida.
El peronismo es un sentimiento; es parte de la fe, del contubernio. Asà sucesivamente, sin piedad, con una continuidad sin escrúpulos. Luego justificaciones, proezas, victimización (siempre suma), promesas, demagogia, medallas. Pobrismo y obsecuencia. El tiempo circular. En estos dÃas de decadencia lingüÃstica, donde los jóvenes y no tan jóvenes conocen trescientas palabras, donde ignoran historia, matemática, ideologÃa, geografÃa, nociones elementales de arte, es natural que sean parte de esa masa que terminan derrumbando la escultura de Cervantes en Boston y le escriban genocida o destruyendo el busto de Ortega y Gasset en Buenos Aires . En esto estamos, en un mundo caótico.
Asà funciona el populismo, es la esencia de una mentalidad, de una conducta. Hay tal vez, como afirma Loris Zanatta, “una cultura del fracaso” donde necesariamente debe confirmarse con el tono, el método y el espÃritu el accionar vertical, clientelista. Entonces surge rencor, odio, envidia, desatino. Y otra vez la idea del pueblo elegido, el espejismo, la promesa de salvación, el milagro de la verdad revelada. Es una droga que regresa y regresa y regresa. En la comparsa bailan intelectuales, empresarios, estudiantes, lúmpenes, prestamistas, sacerdotes, sectas, funcionarios, profesionales, escruchantes, borrachos, perros callejeros… Cambian lÃderes, ismos, banderas.
Estamos victoriosos lanzando hurras ante la Armada Brancaleone; muerta y renacida cien veces, rechazada y ungida, glorificada y martirizada. Porque modifican historia, fechas, batallas, espectros. Renace por vigésima vez Tarquino el Soberbio, Lucrecia, Aristodermo de Cumas o Publio Valerio PublÃcola. Alguien me dijo una vez que los justicialistas eran deshonestos, que carecÃan de autocrÃtica, que viven enajenados por el sÃndrome de hubris. Tal vez recalcitrante no era la palabra, quizá debió decir desmesura. O ambas, pero ya no sé. Memento mori.
Carlos Penelas
Buenos Aires, septiembre de 2020
domingo, septiembre 13, 2020
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El Presidente del Centro Galicia, José MarÃa Vila Alén, y el Secretario General, Cristian Moares Echazú, enviaron una carta de felicitación a Carlos Penelas por su artÃculo sobre Betanzos.
Sr. Carlos Penelas
Estimado Carlos,
Hemos leÃdo la excelente nota que ha publicado en su blog personal sobre la ciudad de Betanzos y que amablemente nos compartió. Queremos felicitarlo por esta extraordinaria semblanza de una localidad tan querida para los gallegos. Sin lugar a dudas que la literatura es una forma de viajar y es asà que con su pluma magistral nos ha trasladado por un rato a las calles empedradas de la Cidade dos Cabaleiros. Gracias por este paseo emocional que no abunda en la morriña sino que se esmera en la descripción objetiva y en la merecida alabanza por su historia y su belleza.
Reciba un afectuoso saludo,
Cristian Moares Echazú José MarÃa Vila Alén
Secretario General Presidente
Centro Galicia de Buenos Aires
Puede leer el artÃculo "Flavium Brigantium" en este enlace.
Buenos Aires, 7 de septiembre de 2020
Estimado Carlos,
Hemos leÃdo la excelente nota que ha publicado en su blog personal sobre la ciudad de Betanzos y que amablemente nos compartió. Queremos felicitarlo por esta extraordinaria semblanza de una localidad tan querida para los gallegos. Sin lugar a dudas que la literatura es una forma de viajar y es asà que con su pluma magistral nos ha trasladado por un rato a las calles empedradas de la Cidade dos Cabaleiros. Gracias por este paseo emocional que no abunda en la morriña sino que se esmera en la descripción objetiva y en la merecida alabanza por su historia y su belleza.
Reciba un afectuoso saludo,
Cristian Moares Echazú José MarÃa Vila Alén
Secretario General Presidente
Centro Galicia de Buenos Aires
Puede leer el artÃculo "Flavium Brigantium" en este enlace.
martes, septiembre 08, 2020
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Publicado en 1992 por Torres Agüero Editor, El corazón del bosque se presentó ese mismo año en el Palacio Pizzurno de la Biblioteca Nacional de Maestros y el Ministerio de Educación de la Nación, con las presencia de la entonces directora de la Biblioteca, Graciela Maturo, junto a Héctor Ciocchini y Luis Alberto Quesada. Leyó poemas Dora Prince.
lunes, septiembre 07, 2020
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Confieso que es una ciudad en la que hubiese deseado nacer. No vale describir sus calles adoquinadas, sus iglesias, sus bares, sus balcones, sus museos. Hablo de la esencia de la ciudad. En esta ciudad conviven caballeros medievales, fineza, tortillas, patatas, meigas. También judÃos, portales, artistas, seres primitivos, una elegancia en el mirar. Por las noches he sentido cierta solemnidad en los pasos. Hay elementos paganos, cristianos, celtas. Evoco a griegos, romanos, ciervos, jabalÃes, sefes, mámoas, cistas. Evoco la pluralidad de las aguas, druidas, alusiones y sobreentendidos, la suavidad de las sombras, desveladas.
Una estación aguarda mi llegada, cerca del rÃo. Veo barcas, dólmenes, la nostalgia en un café frente a una iglesia románica. De pronto siento que se mezcla lo medieval, lo contemporáneo, lo liberal, lo aristocrático. Veo los fantasmas en la claridad de la mañana, esas voces que están en un contorno no definido de la luz, en el aire que acaricia las quintas, en esa brisa que flota entre muros, galerÃas y soportales.
El habitante es amable, se toma su tiempo, mira a los ojos. Suele sonreÃr y suele recordar. Nos invita a una copa de vino blanco, una copa de vino del paÃs. Lo tomamos de pie, en una antigua taberna, junto a unas escalinatas. Hay chorizo, hay pan, hay pulpo. Y hay tortilla. El lenguaje es llano, nos dejamos llevar por emociones, por escritos, por una cordialidad inmediata. Surge el nombre de John Berger, un libro de Claudio Magris, el logógrafo Hecateo de Mileto. Digo que es una pena que no la conoció Joseph Roth, la hubiera retratado con hechizo.
Hace poco que dejó de llover. Una llovizna nos habla de viajes, de hoteles, de huéspedes. Siento la monotonÃa del cosmos, una imaginación ambigua. Siento lo campesino, el olor de esa garúa. No hay espacio para el sentimentalismo, me basta una mirada fugaz para intuir sus emblemas, sus sÃmbolos, todo aquello que nos hace palpitar belleza, ensoñación. Cierro los ojos y descubro el globo de San Roque, único sobre el cielo. Sin aliento palpo lo mágico, lo fantástico.
Podemos hablar del Castrum de Vnctia, del Convento de las Madres Agustinas, de la Iglesia de San Francisco, de Santa MarÃa de Azogue, del Mandeo, del Mendo. Del estudio iconográfico, fundamental, de Alfredo Erias, mi amigo. Del tojo y del brezal como sotobosque, de las casas góticas. De la crema de patatas, pulpo y huevo. Visitamos el Museo das Mariñas, el Museo del Grabado. Y vemos a Picasso, a Gravino, a Seoane, a Jesús Nuñez…
Hay una textura en el lenguaje, una suerte de ritual que nos llama. Una elegancia moral, un caminar sensual en sus mujeres, en el movimiento de caderas. La han visitado ingleses, alemanes, italianos, portugueses. La leyenda nos dice que la fundó Breogán; los susurros de la Batalla das Figueiras nos indican que es asÃ. Percibo torneos medievales, carreras de barriles de vino, danzas gremiales. Veo los comercios, las mercerÃas, los sombreros, el aroma de los almendros, la tarta de mil hojas, ajuares de lactantes en las vidrieras.
Creo contemplar mujeres arrodilladas ante el agua lavando sábanas y luego tendiéndolas para secar. Tal vez relato una historia de ilusión, la búsqueda de mis orÃgenes, un topo de la cultura gallega. Seguramente es un viaje que reconstruye certezas, inquietudes. No puedo contener las lágrimas ante la bandera republicana, la que cubrió a Antonio Machado en su lecho. Cada lugar es visitado e interrogado, el ojo que percibe puede escribir para embellecer lo imaginario. Pero no hay adulaciones sentimentales. Ahora el aire es dulce y fresco, desmitifica prejuicios, disuelve toda ilusión escénica. Siento que la libertad acaricia mi pecho. Estoy sentado en un banco de piedra.
Sólo la voz suspensa, el encantamiento, la distancia de los tonos, el áurea de la noche junto a la torre del reloj. Subo como un náufrago entre escudos y pájaros silvestres. Sólo ciertas señales sutiles, lejanÃas de morosas distancias. Pienso que tengo la mirada de Ulises (soy un nómade en La luna del candil de la memoria), hay un secreto que hace crecer plantas y brumas.
Ahora, luego de beber una cunca de vino, la abstracción. Me acerco y me alejo de cada ser, de cada casona. Dialogo, frente a su sepulcro, con Fernán Pérez de Andrade, o Bó. Ahora no hay tiempo ni espacio, explico de una manera nueva o diferente el mundo que me rodea. El misterio nos hace detenernos. Vivo la historia de los jornaleros, de los inmigrantes, de los desplazados. Hay una intuición poética que me guÃa, que hace conmover cada evocación. Soy un solitario que deambula, un flâneur que intenta descubrir el significado de lo visible.
Carlos Penelas
Una estación aguarda mi llegada, cerca del rÃo. Veo barcas, dólmenes, la nostalgia en un café frente a una iglesia románica. De pronto siento que se mezcla lo medieval, lo contemporáneo, lo liberal, lo aristocrático. Veo los fantasmas en la claridad de la mañana, esas voces que están en un contorno no definido de la luz, en el aire que acaricia las quintas, en esa brisa que flota entre muros, galerÃas y soportales.
El habitante es amable, se toma su tiempo, mira a los ojos. Suele sonreÃr y suele recordar. Nos invita a una copa de vino blanco, una copa de vino del paÃs. Lo tomamos de pie, en una antigua taberna, junto a unas escalinatas. Hay chorizo, hay pan, hay pulpo. Y hay tortilla. El lenguaje es llano, nos dejamos llevar por emociones, por escritos, por una cordialidad inmediata. Surge el nombre de John Berger, un libro de Claudio Magris, el logógrafo Hecateo de Mileto. Digo que es una pena que no la conoció Joseph Roth, la hubiera retratado con hechizo.
Hace poco que dejó de llover. Una llovizna nos habla de viajes, de hoteles, de huéspedes. Siento la monotonÃa del cosmos, una imaginación ambigua. Siento lo campesino, el olor de esa garúa. No hay espacio para el sentimentalismo, me basta una mirada fugaz para intuir sus emblemas, sus sÃmbolos, todo aquello que nos hace palpitar belleza, ensoñación. Cierro los ojos y descubro el globo de San Roque, único sobre el cielo. Sin aliento palpo lo mágico, lo fantástico.
Podemos hablar del Castrum de Vnctia, del Convento de las Madres Agustinas, de la Iglesia de San Francisco, de Santa MarÃa de Azogue, del Mandeo, del Mendo. Del estudio iconográfico, fundamental, de Alfredo Erias, mi amigo. Del tojo y del brezal como sotobosque, de las casas góticas. De la crema de patatas, pulpo y huevo. Visitamos el Museo das Mariñas, el Museo del Grabado. Y vemos a Picasso, a Gravino, a Seoane, a Jesús Nuñez…
Hay una textura en el lenguaje, una suerte de ritual que nos llama. Una elegancia moral, un caminar sensual en sus mujeres, en el movimiento de caderas. La han visitado ingleses, alemanes, italianos, portugueses. La leyenda nos dice que la fundó Breogán; los susurros de la Batalla das Figueiras nos indican que es asÃ. Percibo torneos medievales, carreras de barriles de vino, danzas gremiales. Veo los comercios, las mercerÃas, los sombreros, el aroma de los almendros, la tarta de mil hojas, ajuares de lactantes en las vidrieras.
Creo contemplar mujeres arrodilladas ante el agua lavando sábanas y luego tendiéndolas para secar. Tal vez relato una historia de ilusión, la búsqueda de mis orÃgenes, un topo de la cultura gallega. Seguramente es un viaje que reconstruye certezas, inquietudes. No puedo contener las lágrimas ante la bandera republicana, la que cubrió a Antonio Machado en su lecho. Cada lugar es visitado e interrogado, el ojo que percibe puede escribir para embellecer lo imaginario. Pero no hay adulaciones sentimentales. Ahora el aire es dulce y fresco, desmitifica prejuicios, disuelve toda ilusión escénica. Siento que la libertad acaricia mi pecho. Estoy sentado en un banco de piedra.
Sólo la voz suspensa, el encantamiento, la distancia de los tonos, el áurea de la noche junto a la torre del reloj. Subo como un náufrago entre escudos y pájaros silvestres. Sólo ciertas señales sutiles, lejanÃas de morosas distancias. Pienso que tengo la mirada de Ulises (soy un nómade en La luna del candil de la memoria), hay un secreto que hace crecer plantas y brumas.
Ahora, luego de beber una cunca de vino, la abstracción. Me acerco y me alejo de cada ser, de cada casona. Dialogo, frente a su sepulcro, con Fernán Pérez de Andrade, o Bó. Ahora no hay tiempo ni espacio, explico de una manera nueva o diferente el mundo que me rodea. El misterio nos hace detenernos. Vivo la historia de los jornaleros, de los inmigrantes, de los desplazados. Hay una intuición poética que me guÃa, que hace conmover cada evocación. Soy un solitario que deambula, un flâneur que intenta descubrir el significado de lo visible.
Carlos Penelas
Buenos Aires, septiembre de 2020
martes, septiembre 01, 2020
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