Compartimos el video de la conferencia "Literatura y sociedad" que Carlos Penelas brindó el martes 22 de junio en el ciclo de charlas on line organizadas por el Club del Progreso.
Por Manuel Gayol Mecías
La calidad poética de Carlos Penelas es su propia naturaleza. Quizás tengamos que pensar un poco en la utopía de lo literario, más específicamente, en la utopía de “lo poético”. ¿Esto me querría decir que el ser de Penelas es de ficción?, ¿porque es único?, ¿porque respira la energía de las palabras? Dentro de la dimensión imaginaria que cabe en la conciencia de los seres humanos, Penelas puede parecer algo virtual, algo insólito. ¿Incluso, puede semejar alguien que representa a los seres primigenios del mundo que solo vivían en la Imago de la poesía?
Carlos Penelas puede decirme entonces: —Todos estos aspectos que me estás atribuyendo ¡son un desvarío!
Pues sí, querido amigo, para mí no hay nada más literario, y en este caso, poético, que cuando desvariamos por el propio sentido poético que nos va llegando. No obstante, mi desvarío no es otra cosa que una inspiración, nada ficticia, nada artificial. Los versos de tus poemas actúan en mí como una fe de que la convicción de la ficción y lo poético son también una condición de vida. Y, por tanto, conforman la vida del ser. Y usted lo es, amigo mío. Usted es un ser privilegiado por su propia naturaleza.
No hay nada más que leer este estimulante libro de Gustavo Merino: Conversaciones con Carlos Penelas (Buenos Aires, Fundación Industrias Culturales Argentinas, 2021, 116 páginas) y posiblemente encontraremos lectores que dirán que mi desvarío es pobre, que no conlleva la riqueza de las ideas que merecen tus definiciones de la vida, de los seres humanos, de la creación cualquiera sea; en fin, del amor por este mundo. Por eso, ante ese lector (que ojalá fueran muchísimos) que me tachará de injusto, porque mi desvarío es muy poco, muy reducido, diría ese lector, pues rectifico y trato entonces de ampliar mi despropósito, de convertirlo realmente de un dislate o disparate en un sueño, o en la fantasía real de mi propio delirio poético.
Usted, querido amigo, padece del buen mirar de la conciencia, incluso escudriña los más inusitados recodos de la vida; usted anda siempre por los senderos filosos de la protesta, intransigente con la intolerancia, con el empecinamiento y el fanatismo, Usted es mi ejemplo clásico, y mi utopía de ser. Y lo más digno de todo esto es que usted es realismo viviente y terquedad fantástica, objetivo y corpóreo como el mismo mar de este planeta; usted es la magia de la palabra, de ella emana la savia, la lucidez, la metáfora exacta, justa y vibrante o la idea enriquecedora, sutil o fuerte, la idea del Poeta en medio de un ensayo. Usted enlaza las oraciones críticas y surgen así los versos. ¿Cuántas cosas no me pregunto a mí mismo, cada vez que leo un poema suyo? Y la respuesta puede ser tan amplia como un libro, como un tratado de la más venerable filosofía existencial. Y es que tus poemas, tus ensayos son un reclamo a la vida, un reclamo a las equívocas invenciones de este mundo. Eres el sueño abierto del mundo que queremos.
¡Cuánto amor destila este libro! ¡Cuánta justicia en tus palabras! En realidad, hay que agradecer mucho a Gustavo Merino que sabía muy bien lo que hacía, cuando te propuso hacer este libro. La estructura es simple: va por los meses en que se reunían. Es un libro exactamente natural, espontáneo. Solo necesitaba ordenar tu sensibilidad, sacarla con cierto sentido cronológico. Sin embargo, en realidad, el tiempo no importa aquí, porque las ideas, los conceptos, las anécdotas de las que hablas, los seres de los que vas encontrando los calificativos precisos, tu agradecimiento sincero a tu familia, a tus amigos, a tus maestros y profesores, y fundamentalmente en el libro eso que resalta la exactitud de tu recuerdo es algo universal, sin tiempo. No se puede ser más humano, más culto, que cuando hablas de las verdades y de los demás. Es esto lo que te refleja, lo que forja incluso tu sensibilidad poética, o la audacia de las ideas en tus ensayos. Esa vocación que has tenido siempre de ser un forjador; un hacedor de seres nuevos.
Hay otra cosa que sobresale en el libro, y es la humildad de Gustavo Merino a la hora de comentar o de preguntarte algún tema, a la hora de ponerse plenamente, en función de tus palabras. Pero también está la humildad que sale de ti, de tu manera tan natural de decir las cosas más sencillas y las más eruditas, las anécdotas tuyas, supuestamente triviales, que alcanzan el borde de lo extraordinario, sin dejar de ser hechos sencillos o seres breves. Es un saber combinar lo aparentemente frágil de la vida con la riqueza cultural de los acontecimientos. Y entre Merino y tú logran que del libro salte una grandiosidad humilde.
Merino es sabio, un excelente periodista cultural, sabe cómo preguntar, pero también es de notar que conoce mucho tu obra y, más importante aún, conoce tu alma, tu fuego interno. Por eso no deja nada al azar, escurre y filtra tus secretos. Y sabe que no tienes nada de qué arrepentirte. Tu mirada es limpia, tu crítica es inequívoca, extremadamente certera:
El Estado, sobre todo en los países del tercer mundo, busca la conciencia colectiva, la arbitrariedad encarnada en el pueblo. Y la conciencia colectiva no existe desde el punto de vista ontológico. Es difícil hacer entender a políticos, sociólogos o intelectuales que ninguna multitud existe orgánicamente, que incluye a todos y a cada uno de los individuos. Allí suele aparecer el aparato del miedo, la propaganda, la masificación. Ahí se confunde la noción de pueblo con la de masa. Criticar lo que se dice desde el poder resulta perverso, resulta aquello que no está autorizado. La minoría constituye el antipueblo, la escoria, la traición. Afortunadamente, quien lee está siempre solo. Cuando uno escribe lo hace no sólo desde Penelas su pensamiento, su ideal, sino desde su territorio. Uno tiene un cuerpo. De allí escribe. Hay, además, un balanceo intelectual entre urgencias y precauciones, entre tensiones que se atenúan en los reconocimientos espirituales y las figuras especuladoras, arribistas. (pp. 87-8).
Si Merino hubiera querido podría haber hecho largas disertaciones con sus correspondientes preguntas, pero entonces habría sido un libro con el título solamente de “Conversaciones”. No obstante, en realidad, este no era el propósito, sino el de resaltar específicamente tu dimensión interior, tus preocupaciones, tu cosmovisión de las cosas de este mundo. De ahí que el autor haya sabido tomar el rol de intermediario entre tu pensamiento y el del lector, para constituirse en un guía, en la cuerda para ayudar al lector a entrar y salir del laberinto de Penelas.
Merino ha encontrado en ti la cultura argentina y, por supuesto, la cultura universal. No todos los poetas y escritores pueden tener la virtud de engarzar ambos espacios culturales. Para muchos ya, tu nombre está teniendo el significado de lo local con lo universal, y no creas, no es tan fácil poder tener esta sinergia. Por ejemplo, un caso evidente de ello es Jorge Luis Borges, que lo mismo te hacía un cuento de la pampa y luego otro de Mesopotamia. Y es que en la pampa se encontraba lo universal y en Mesopotamia hallábamos un espacio argentino. Por eso tu literatura, tus ideas son enriquecedoras. De aquí que no solo sean los argentinos los que te agradezcan tus escritos, sino asimismo nosotros los que no somos argentinos. En definitiva, leyéndote podemos ser argentinos, gallegos, cubanos o estadounidenses. Eso es un privilegio que tienes, el hecho de ser universal y Gustavo Merino lo ha sabido apreciar.
Otra de las cosas importantes que emana de tus ideas en este libro es el hecho de que nos enseñas lo que de esencial cuenta en cada obra literaria, la visión que puede darse en cada investigación sociológica, en cada filosofía, en cada marca que el hombre deja en la Tierra:
En los “otros clásicos” de juventud perenne y maliciosa inocencia —Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo, La dama de las camelias, Sandokan, 20.000 leguas de viaje en submarino— por citar algunos, sus páginas están aún vivas pues hay delito, ambición, soledad, romanticismo o venganza. Creo que existen varias razones para aceptar estas conjeturas. No tienen el lenguaje vasto ni el talento de Góngora o de Thomas Mann, carecen de la dramaticidad de Esquilo o de Chéjov o del refinamiento estilístico de Cernuda. Sin duda, jamás adquieren el nivel filosófico de Nietzsche ni la desbordante sensualidad y melancolía de D. H. Lawrence ni la angustia y el mundo fantástico de Kafka. Pero en aquellos libros sentimos la cercanía de personajes inolvidables que nos hicieron soñar y nos permitieron acercarnos al milagro de la esencia y la probidad. (p. 94).
Tener esta mirada acuciosa es vivir la posibilidad de crear vergüenza, honradez, sueños que pueden profundizar en la naturaleza humana. Es advertir también que el hombre es la incertidumbre misma, que va de lo malo a lo bueno y viceversa; que el ser humano es tan complejo como los misterios del universo.
Por lo que veo, tu familia fue tu gran escuela. Aprendiste con los tuyos a compartir el mundo y, al mismo tiempo, tus conocimientos se han llenado de todas las participaciones posibles. Esto, en esencia, es así en todos los creadores, pero lo que resalta en tu caso es que tu estás consciente de ello y te das gusto y orgullo citar autores, pensadores, maestros, profesores. Esa amplísima cultura que tienes no es para ti un orgullo individual, no es vanidad, estimado Carlos, es solidaridad, reconocimiento; es aceptar que el mundo no es solamente de uno, sino de todos; que este libro no es tuyo nada más, sino de Merino y del lector que se lo apropia. Ese lector que cuando lo termina, cuando cierra la última página, se siente transformado, al menos, se siente una persona diferente, una persona mejor a la que antes no lo había leído.
El ojo del poeta, a veces, es más que un microscopio; detecta las intimidades no solo de los seres humanos, sino hasta de la época. No tienes que ser científico, sociólogo ni politólogo. El ángulo de tu mirada abarca los lados y los bordes, pero penetra mejor todavía en lo profundo de los hechos, de las acciones, de los cambios Logras ver lo mucho o lo poco de un espíritu colectivo. Es una masa artificial cubriendo el mundo; es la mediocridad de lo egos. Efectivamente, como dice Merino: “Se ha empobrecido todo”. Y lo constatamos en tus palabras:
Estamos en lo que se ha denominado la “desterritorialización” cultural. Que implica poesía minimalista y taquigráfica, plagios cómplices con editoriales y lectores, aumento de mercado, basura informática, lenguaje electrónico: es decir, enmascarado, superficial, cómplice de un sistema que se cae irremediablemente. Populismo, industria cultural, falsificaciones. No queremos ver, sólo señalamos ciertos síntomas, ciertas verrugas. Con infatigable tenacidad olvidamos, borramos y nos embrutecemos. Y vienen los profesionales con aire doctoral. Mi buen Camus escribió: “La necesidad de ser correcto es la muestra de una mente vulgar”. (pp. 101-2).
Vivir en “lo políticamente correcto, en lo culturalmente correcto” es vivir bajo imposiciones de intereses. Y eso ya lo conoces al dedillo, en realidad, es vivir bajo la dependencia de una minoría que de una u otra manera se aprovecha de los demás. Crean las condiciones con una doctrina, una ideología y hasta con un estilo de vida. Por ello, no soy muy optimista del futuro, porque incluso los cambios (porque en realidad todo cambia) nos transforma y nos hace vivir de otra manera, con la corrección de nuevos tiempos. Y es porque tampoco creo en una vida existencialmente correcta, un pacífico ciudadano que acepta sin chistar los cambios de una tecnología y de una… ¿espiritualidad? Que nos van hacienda confortablemente dependientes.
Mucho hay que decir de este libro y, de hecho, mucho habrá que escribir de tus ideas, de tu poesía, de tu proyección como ser humano. Espero, al menos, que el futuro no se olvide del presente eterno que puede ser este libro. Siempre será muy bueno recordar las conversaciones de Gustavo Merino con Carlos Penelas.
Manuel Gayol Mecías
Eastvale, California, 2021
El libro puede leerse on line acá.
miércoles, junio 23, 2021
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Vilagarcía de Arousa, Galicia, España, 1997
M.L.T. Editor.
Con ilustración de Ángeles Valladares.
Plaqueta. Prosa.
domingo, junio 20, 2021
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El martes 22 a las 19 horas, por la plataforma Zoom, Carlos Penelas dará la conferencia "Literatura y sociedad" en el ciclo de charlas organizadas por el Club del Progreso.
El link para acceder a la conferencia es el siguiente: https://us02web.zoom.us/j/83139596691
viernes, junio 18, 2021
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Conversaciones con Carlos Penelas, de Gustavo Merino, fue publicado en la web de la Biblioteca Virtual de Galicia Digital.
El libro puede leerse on line o descargar en el siguiente enlace:
Además, podrán encontrar otras obras de Penelas disponibles en la Biblioteca Virtual haciendo click acá.
miércoles, junio 16, 2021
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Robert Doisneau, 1951 |
Debo decirlo sin premura.
Eres bella como esas mujeres que aparecen en mi alcoba,
como esas mujeres que perduran el ensueño.
También debo expresar que es una obsesión
que nace de los puertos,
del humo de los trenes cuando llueve
o de las velas que despliegan los marinos
en la boca del mundo.
Ella viene a mí, gira su cabeza y no sonríe.
Imagino la desnudez cargada de instinto
entre mercaderes hablando un dialecto
en un pueblo de ofrendas y senderos.
Hilos de amor que nacen
con el fuego del atardecer,
entre fábulas y puertas y maletas.
La descubro con su cabellera sobre el hombro
en un otoño sin viento, sin latido.
Y me mira desde la melancolía o el desdén.
Pero su boca no devuelve la palabra
ni presagia los signos de la noche
A veces siento este otro silencio
como un capricho de la memoria.
Dime ¿Dónde estamos?
Carlos Penelas
Buenos Aires, 13 de junio de 2021
Dime ¿Dónde estamos?
Carlos Penelas
Buenos Aires, 13 de junio de 2021
lunes, junio 14, 2021
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Buenos Aires, 2020.
Fundación Industrias Culturales Argentinas.
Con viñeta del autor.
Poesía.
I
Tal vez no sepa gran cosa
de las vastas hojas balanceadas
o del horizonte arrebatado de la noche.
¿Me oyes, padre, sombra o misterio?
¿Éste asteroide, de dónde viene?
¿De qué cielo de hidrógeno?
Y los silicatos ¿qué migraciones buscan
en un mar de espejismo?
¿Y la luz que sube
desde la melancolía y la lluvia?
¿Y mi nombre, mis ojos o mis manos
a qué espacio o cosmos regresan?
¿A cuál nada solitaria, a qué barca?
II
Sólo mi voz recoge el aire
dejando un mundo que acosa y huye.
En la galaxia mi silencio,
el retiramiento, la oscuridad lenta,
pequeños talismanes, laberintos,
la imagen de antiguos cuartos,
los caballos criollos de unos gauchos,
aquella fina arenilla de una playa del sur,
beatitud del grillo, sutilísimo,
desabrimiento, luz mutable,
breve rosa del sueño.
¿De qué vale el poema o la estrella
que ascienden con denuedo
si el Destino ha de golpear mi rostro?
III
Heme aquí, ante un presagio
como un pájaro cárdeno,
en el cielo de una aldea del mundo.
Lo he visto en la mirada de una mujer,
en un mediodía al caminar por el parque
acompañando la desnudez áspera del viento.
Lo he atisbado en un bazar de Barracas al Sur
entre violines y fonógrafos.
Somos parte de una clepsidra
que suelta transparencia y ocio,
la intimidad vulnerada en un follaje.
Miro los astros desde un rumor oceánico,
el amanecer de dioses persistentes
en la ceremonia del asombro.
IV
La fugacidad toca el alba
junto a la brisa de relojes nocturnos.
Amigos, hay un temblor
de hilos en esta ebriedad de brújulas,
cierta insularidad que callamos,
momentos íntimos que parecen eternos.
Y no, tampoco es eso.
Es un leve temblor, una lámpara
temblorosa, frágil, sin alas.
O cierta mitología de la Plaza Rodríguez Peña.
¿Qué tiempo hemos descuidado,
qué soledad, qué escrupuloso julio?
Es un hálito de la vigilia,
apenas un latido que pasa.
Y no llegamos a verlo
en la desnudez que nos sorprende.
V
¿Qué harás de ti, ahora,
en esta lejanía que empuja la intemperie?
A veces creo que es un sueño
de las soledades, de la luna que abandona
el desvelo por tanta inmensidad
en el fulgor de una llanura.
Sé de guerras, de mutilaciones.
Y de horrores, vejámenes, exilios.
Sé de amantes, de cartas, de viajes.
Es cuando intento escribir
desde el vaho de la umbría
la leyenda apartada de la infancia.
Abierto, distraído, ausente.
Como un vagabundo
en una noche de verano, levísima.
VI
Las campanas del monasterio
invocan una belleza irrecuperable.
Ensordecen el manantial, el bosque.
Entonces descubrimos a la hembra
en gracia celeste, rodeada de otoño,
de claridad suspendida, anhelante.
¿Me oyes, madre, desde tu delicadeza?
¿Qué espero, de verdad?
¿Cómo es el hambre, el lúmpen,
el desandar de la pobreza en la ciudad?
¿Qué desasimiento o devoción
penetra la sombra del ocaso?
Es cuando anhelo ciertas tardes,
los baldosones rojos, esta biblioteca.
Y permanezco en el umbral, despojado.
Carlos Penelas
Buenos Aires, noviembre de 2020
viernes, junio 11, 2021
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A Xela Arias, in memoriam
nunha póla de inverno.
Chega a túa voz feita de aire e naufraxio,
dunha terra enxebre, dunha terra fermosa,
labrada de pazos, de ritos, de fantasmas.
Coma a cabalo de veladas lámpadas,
entre a promesa e o esquecemento.
Chegas subversiva, abandonada.
Sempre hai un enigma no adeus
na herba do ceo ou dos ríos,
entre soños e moradas
Como un feitizo melancólico
ou coma un fulgor que cae doutra choiva,
na néboa dos deuses, luxuria, bóvedas.
Entón, o pan crepita nun forno durmido,
moi preto do mar, nas viriles terras
que xorden á sombra dos templos.
Un hálito, un desexo de afogada liberdade ,
un poema que non concibe a malicia.
E a túa alma suspendida nomea o segredo
no misterio que congrega a hedra.
Carlos Penelas
Bos Aires, 17 de maio de 2021
Tradución: Emiliano Penelas
Viajera nocturna asomada al cristal
en una rama de invierno.
Llega tu voz hecha de aire y de naufragio,
de una tierra enxebre, de una tierra bella,
labrada de pazos, de ritos, de fantasmas.
Como a caballo de veladas lámparas,
entre la promesa y el olvido.
Llegas subversiva, abandonada.
Hay siempre un enigma en el adiós,
en la hierba de cielo o de ríos,
entre sueños y moradas.
Como un hechizo melancólico
o como un destello cayendo de otra lluvia,
en neblina de dioses, lujuria, bóvedas.
Entonces, crepita el pan en un horno dormido,
muy cerca del mar, en las viriles tierras
que surgen a la sombra de los templos.
Un hálito, un deseo de ahogada libertad,
un poema que no concibe la malicia.
Y tu alma suspendida nombra el secreto
en misterio que congrega la hiedra.
Xela Arias (Sarria, 1962–Vigo, 2003) es la homenajeada por el Día das letras galegas 2021, que se celebra cada 17 de mayo. Definida por la Real Academia Galega como “una de las voces más destacadas de la poesía gallega contemporánea”. Su poesía es “singular, transgresora, sincera y comprometida”, informa la RAG, que también recordará su trabajo como editora y traductora de muchos clásicos universales al gallego.
Viajera nocturna asomada al cristal
en una rama de invierno.
Llega tu voz hecha de aire y de naufragio,
de una tierra enxebre, de una tierra bella,
labrada de pazos, de ritos, de fantasmas.
Como a caballo de veladas lámparas,
entre la promesa y el olvido.
Llegas subversiva, abandonada.
Hay siempre un enigma en el adiós,
en la hierba de cielo o de ríos,
entre sueños y moradas.
Como un hechizo melancólico
o como un destello cayendo de otra lluvia,
en neblina de dioses, lujuria, bóvedas.
Entonces, crepita el pan en un horno dormido,
muy cerca del mar, en las viriles tierras
que surgen a la sombra de los templos.
Un hálito, un deseo de ahogada libertad,
un poema que no concibe la malicia.
Y tu alma suspendida nombra el secreto
en misterio que congrega la hiedra.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 17 de mayo de 2021
Xela Arias (Sarria, 1962–Vigo, 2003) es la homenajeada por el Día das letras galegas 2021, que se celebra cada 17 de mayo. Definida por la Real Academia Galega como “una de las voces más destacadas de la poesía gallega contemporánea”. Su poesía es “singular, transgresora, sincera y comprometida”, informa la RAG, que también recordará su trabajo como editora y traductora de muchos clásicos universales al gallego.
lunes, junio 07, 2021
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Reproducimos el comentario de Antonio Las Heras sobre el libro de Gustavo Merino, Conversaciones con Carlos Penelas.
Digámoslo ya mismo. Si dentro de cien años alguien tomara este libro y se ocupara en leer cada una de sus páginas, le resultaría suficiente para comprender cómo fue la segunda parte del siglo XX y las primeras dos décadas del actual. Lograría un completo panorama sobre la cultura de Argentina en particular y el mundo en general así como conseguiría hacerse una idea plena de lo intelectual, lo político, lo social, lo económico y hasta lo tecnológico y científico. Y lo más notable es que tendría toda esta valiosa composición de lugar, leyendo la interesante y amena entrevista que Gustavo Merino le hace a Carlos Penelas, quien es un ensayista, periodista y – en especial – poeta. No cualquier poeta, por cierto; sino uno a quien la vida le permite interactuar con notables de las artes, las ciencias y las letras. Conferencista y docente en numerosas cátedras tanto de América del Sur como de Europa. Un protagonista de la existencia. Viajero incansable. Penelas tal vez no lo ha pensado, pero podría repetir aquellas palabras de Neruda diciendo “confieso que he vivido.”
A través de esta obra conocemos a quien ideó y llevó adelante que Florencio Escardó fuera presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) así como también quien a las 20 horas de ese sábado 29 de julio del 2.000 reuniera a los periodistas para dar a conocer la trágica muerte del doctor René Favaloro. La relación entre ambos fue tan sólida que el cardiocirujano lo consideraba su hermano menor.
Aunque el entrevistado se defina como “un poeta”, lo real es que estamos ante un comprometido intelectual de gran valía, que no vacila ni titubea ni es ambiguo al momento de responder sobre situaciones claves de la existencia actual. Brinda su pensamiento, “sin pelos en la lengua”, como habrían dicho nuestros antepasados. No rehúye a ningún tema; desde el anarquismo, el aborto, las dictaduras, el Papa Francisco, el populismo, la música, sus análisis de cinéfilo y concurrente a salas teatrales hasta su pasión por el fútbol, deporte que practicó durante décadas al igual que sigue haciéndolo con la natación.
Veamos unas frases extraídas de “Conversaciones con Carlos Penelas” (compiladas por Gustavo Merino. Ediciones Fundación Industrias Culturales Argentinas, Buenos Aires, 2021)
“No hay ciudadanos sino votantes, consumidores. La calidad humana – en este territorio – no se eleva, por el contrario, propende en forma acelerada a su descomposición.”
“La mediocridad nos agobia. La cultura de fachada y la cultura de contrafrente nos abruma. Lo cortesano, lo oficial, lo burocrático, termina fatigándonos sin piedad.”
“El gran capital ha transformado a la literatura en algo homogéneo, ha comprado la industria editorial en todas partes, lo miso que los medios. No es ninguna novedad. Hay alternativas precarias de todas maneras, válidas, insurgentes. Vivimos una sociedad donde todo se articula en forma de apelaciones, de presuntos prestigios. Y las instituciones están definitivamente cristalizadas, caducas.”
Penelas habla simple y claro, con una precisión tal que torna sencilla la comprensión de sus ideas para toda persona. Gustavo Merino muestra genuino oficio de entrevistador: conoce cómo hacer la pregunta, dónde repreguntar, el momento justo para pasar a otro tema. No deja aspecto alguno inconcluso. Lo que el lector valorará en todo momento.
Era necesario este libro. Y era necesario así, en forma de conversaciones. ¿De qué otra manera poder conocer en profundidad el pensamiento de alguien que – mediante su claridad de objetivos e incansable perseverancia – pudo conocer y compartir con Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Lainez, Diego Abad de Santillán, René Favaloro, Luis Franco, Enrique Molina, Graciela Maturo, Juan L. Ortiz, María Adela Renard, David Viñas, Osvaldo Bayer, Jorge Prelorán, Eliseo Subiela, Horacio Tarcus, Juan José Sebrelli, Martha Lynch, Dardo Cúneo, Dalmiro Sáenz, María Kodama, Antonio Dal Masetto, Mario Benedetti y Carlos Gorostiza; y nos quedan muchos otros por mencionar.
Concluyamos estas consideraciones con esta frase de Penelas: “Hay que decirlo sin rubor, sin demagogia: el tema de la libertad es siempre para una minoría”. Ideas que invitan al pensamiento reflexivo, a sumergirse en las profundidades de lo más esencial de la condición humana.
Antonio Las Heras
Digámoslo ya mismo. Si dentro de cien años alguien tomara este libro y se ocupara en leer cada una de sus páginas, le resultaría suficiente para comprender cómo fue la segunda parte del siglo XX y las primeras dos décadas del actual. Lograría un completo panorama sobre la cultura de Argentina en particular y el mundo en general así como conseguiría hacerse una idea plena de lo intelectual, lo político, lo social, lo económico y hasta lo tecnológico y científico. Y lo más notable es que tendría toda esta valiosa composición de lugar, leyendo la interesante y amena entrevista que Gustavo Merino le hace a Carlos Penelas, quien es un ensayista, periodista y – en especial – poeta. No cualquier poeta, por cierto; sino uno a quien la vida le permite interactuar con notables de las artes, las ciencias y las letras. Conferencista y docente en numerosas cátedras tanto de América del Sur como de Europa. Un protagonista de la existencia. Viajero incansable. Penelas tal vez no lo ha pensado, pero podría repetir aquellas palabras de Neruda diciendo “confieso que he vivido.”
A través de esta obra conocemos a quien ideó y llevó adelante que Florencio Escardó fuera presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) así como también quien a las 20 horas de ese sábado 29 de julio del 2.000 reuniera a los periodistas para dar a conocer la trágica muerte del doctor René Favaloro. La relación entre ambos fue tan sólida que el cardiocirujano lo consideraba su hermano menor.
Aunque el entrevistado se defina como “un poeta”, lo real es que estamos ante un comprometido intelectual de gran valía, que no vacila ni titubea ni es ambiguo al momento de responder sobre situaciones claves de la existencia actual. Brinda su pensamiento, “sin pelos en la lengua”, como habrían dicho nuestros antepasados. No rehúye a ningún tema; desde el anarquismo, el aborto, las dictaduras, el Papa Francisco, el populismo, la música, sus análisis de cinéfilo y concurrente a salas teatrales hasta su pasión por el fútbol, deporte que practicó durante décadas al igual que sigue haciéndolo con la natación.
Veamos unas frases extraídas de “Conversaciones con Carlos Penelas” (compiladas por Gustavo Merino. Ediciones Fundación Industrias Culturales Argentinas, Buenos Aires, 2021)
“No hay ciudadanos sino votantes, consumidores. La calidad humana – en este territorio – no se eleva, por el contrario, propende en forma acelerada a su descomposición.”
“La mediocridad nos agobia. La cultura de fachada y la cultura de contrafrente nos abruma. Lo cortesano, lo oficial, lo burocrático, termina fatigándonos sin piedad.”
“El gran capital ha transformado a la literatura en algo homogéneo, ha comprado la industria editorial en todas partes, lo miso que los medios. No es ninguna novedad. Hay alternativas precarias de todas maneras, válidas, insurgentes. Vivimos una sociedad donde todo se articula en forma de apelaciones, de presuntos prestigios. Y las instituciones están definitivamente cristalizadas, caducas.”
Penelas habla simple y claro, con una precisión tal que torna sencilla la comprensión de sus ideas para toda persona. Gustavo Merino muestra genuino oficio de entrevistador: conoce cómo hacer la pregunta, dónde repreguntar, el momento justo para pasar a otro tema. No deja aspecto alguno inconcluso. Lo que el lector valorará en todo momento.
Era necesario este libro. Y era necesario así, en forma de conversaciones. ¿De qué otra manera poder conocer en profundidad el pensamiento de alguien que – mediante su claridad de objetivos e incansable perseverancia – pudo conocer y compartir con Jorge Luis Borges, Manuel Mujica Lainez, Diego Abad de Santillán, René Favaloro, Luis Franco, Enrique Molina, Graciela Maturo, Juan L. Ortiz, María Adela Renard, David Viñas, Osvaldo Bayer, Jorge Prelorán, Eliseo Subiela, Horacio Tarcus, Juan José Sebrelli, Martha Lynch, Dardo Cúneo, Dalmiro Sáenz, María Kodama, Antonio Dal Masetto, Mario Benedetti y Carlos Gorostiza; y nos quedan muchos otros por mencionar.
Concluyamos estas consideraciones con esta frase de Penelas: “Hay que decirlo sin rubor, sin demagogia: el tema de la libertad es siempre para una minoría”. Ideas que invitan al pensamiento reflexivo, a sumergirse en las profundidades de lo más esencial de la condición humana.
Antonio Las Heras
Doctor en Psicología Social, filósofo y escritor
viernes, junio 04, 2021
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