Foto: Emiliano Penelas, 2021 |
Sucede, amigos, que carezco de nombre.
Lo he perdido, ¿pero dónde?
Antes hubo hechizos, universos,
ofrendas votivas, mujeres nómadas,
un viento dentro de mí;
el instante y la alegría del instante.
También la inocencia, el olor de la lluvia,
pájaros azules y magnolias salvajes.
La despoblada dicha del mar o de la arena.
Ahora siento un horizonte inédito
en este sillón que habito, desentendido,
entre voces que no entiendo o no quiero entender.
Sé que regreso en una angustia vaga,
anocheciendo. Sin memoria, sin enigma.
Es cuando llegan las preguntas,
el temor de la noche, el silencio del parque,
mutaciones flotando entre adioses,
el vaticinio de todo lo que existe.
Entonces la intemperie, lo oceánico.
Y miro, despaciosamente.
Carlos Penelas
Buenos Aires, agosto de 2021
Lo he perdido, ¿pero dónde?
Antes hubo hechizos, universos,
ofrendas votivas, mujeres nómadas,
un viento dentro de mí;
el instante y la alegría del instante.
También la inocencia, el olor de la lluvia,
pájaros azules y magnolias salvajes.
La despoblada dicha del mar o de la arena.
Ahora siento un horizonte inédito
en este sillón que habito, desentendido,
entre voces que no entiendo o no quiero entender.
Sé que regreso en una angustia vaga,
anocheciendo. Sin memoria, sin enigma.
Es cuando llegan las preguntas,
el temor de la noche, el silencio del parque,
mutaciones flotando entre adioses,
el vaticinio de todo lo que existe.
Entonces la intemperie, lo oceánico.
Y miro, despaciosamente.
Carlos Penelas
Buenos Aires, agosto de 2021
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