Buenos Aires, 2022.
Fundación Industrias Culturales Argentinas.
Con viñeta del autor.
Poesía.
Amor constante
nadar sabe mi llama la agua fría,
Quevedo
Soy un fantasma que retorna.
Beso a la amada en la niebla del sueño,
de un sueño lejano, sin orilla.
Hace tiempo que partí hacia el abismo;
sólo regreso para amarla.
Ya no nos vemos,
ya no hay lecho ni abrazos ni llovizna.
Sólo la niebla del silencio,
sólo el ondular de una ribera
en el seno invisible de la luz.
Pero intentamos amarnos
en el delicadísimo misterio de la brisa.
Tendidos, juntos, sin suspiros,
en el olvido y la memoria de la noche.
Poema del aire y del silencio
¿Cómo explicar, si no sabemos?
Hay visiones, palabras, sueños.
Vagan sin rumbo como cartas marinas
en la fatiga de quillas inmóviles.
¿Hasta cuándo?
No es el reposo ni el ansía errante.
Es la noche, el nadar desnudo, inajenable.
Miro tus ojos sin conocer tus labios.
Fábula
Anoche soñé con Pepa a Loba.
Llegó con rostro sereno
como un hechizo que es sombra y memoria.
Habló de Lueiro, evocó una estrella,
recordó el puñal alegórico, mítico.
Le pregunté por la Reina Lupa,
por la hija del Conde de Lemos
y la corona de hierro al rojo vivo.
También por un rey celta que recorrió mares,
epopeyas de arena, desventura.
Pregunté por las ánimas en pena
errantes en las tinieblas,
por el Pedrón en Iria Flavia.
Vi sus manos. Escuché su lengua
que entreteje firmamento y ternura.
Fue un instante de soledad.
Luego nombró a mis padres,
a mis abuelos, a una mujer friulana.
Quizá todo sea mitología
de difusas migraciones. Tal vez
es parte del desasosiego,
de un orden venturoso, distraído.
Ahora su ausencia me rodea.
De la desolación
Regreso desde confines las voces de las voces
Décimo Magno Ausonio
No debemos pensar en la fatalidad
ni mencionar al destino o a los dioses.
Sabemos que todo es irreversible,
que sucede en el candor de lo real.
Ocurre que veo otro rostro en las fotografías
y la mirada ha dejado de ser.
Debo confesarlo; siento un ahuecado silencio.
Un silencio que crece en la orilla del cuerpo,
suspende la mirada del cansancio
y una cierta tristeza vaga por las piezas.
No fue una tarde o un día preciso.
Fue un sucesivo hastío
como pesadillas que insinúan
noches deshabitadas, impacientes.
Abandonado, sordo, penetrante.
Lo huero humedece los ojos distraídos,
la soledad inalterable sobre libros y cartas
despidiendo la ternura en la niebla.
Y la pereza empaña una imagen inmóvil.
Poema para Clizia
Profundo el camino
sobre el que descendía el viento
Salvatore Quasimodo
Hubiera deseado recorrer tu cintura
mirando monumentos toscanos.
Contemplar juntos, por ejemplo,
la Fonte Gaia o el Baptisterio de Pisa
cuando tus ojos iluminaban la tarde.
Hubiera deseado ser tu amador
en el Castillo de San Olaf,
desnudándonos con los ojos cerrados.
Besarte en esa callejuela de Old Town
en una mañana donde las gaitas y el viento
- cómplices de mutaciones y maletas -
me hacían decir de tu marido
palabras impacientes o absurdas.
Pulsar tu muslo bajo el mantel en el Café Schiller,
o amarte en la orilla del río Mandeo.
Hoy recuerdo cuando leíamos a Lugones
en la Biblioteca Pública de Nueva York
tomados de la mano, en el silencio del mundo.
Ya ves, amada, como el hechizo
hace que nos extraviemos
en un amanecer de azar y sin destino.
Carpe noctem
Necesito tu piel y tu silencio.
Necesito el crepúsculo, un perfume de hembra.
El viento, el mar, una ventana.
Pero también la calidez,
la mirada para adentrarme
en tu mundo, en la desnudez suspendida
con la gravedad de los ojos cerrados
entre tus muslos de marea.
Ahora siento la ausencia, el esplendor,
ofrendas invisibles, fascinantes,
el jadeo de espasmo y de belleza.
Deja quieta tu edad y tu pregunta, Lesbia.
Deja tu corazón sobre el abismo.
Preguntas para la amante de una magnolia
¿Acaso fui yo quien sintió
el hálito o el destierro
de una memoria desprendida?
¿Acaso la lluvia percibe la inquietud
de su voz llamándome del lecho?
¿Está en el aire, en su capelina azul,
en su sonrisa? ¿O tal vez la percibo
al evocar la soledad de un bosque
- desprende luz y beatitud -
mientras cerrabas los ojos, buscándome?
¿Es esta la amada espléndida?
Y mi alma suspensa, temblorosa.
Edición de veinte ejemplares, firmados y numerados a mano por el autor.
Se terminó de imprimir el 24 de febrero de 2022, aniversario del nacimiento de Rosalía de Castro.
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