Siete poemas

by - jueves, febrero 24, 2022

Buenos Aires, 2022.
Fundación Industrias Culturales Argentinas.
Con viñeta del autor.
Poesía.


Amor constante

nadar sabe mi llama la agua fría,
Quevedo


Soy un fantasma que retorna.

Beso a la amada en la niebla del sueño,

de un sueño lejano, sin orilla.

Hace tiempo que partí hacia el abismo;

sólo regreso para amarla.

Ya no nos vemos,

ya no hay lecho ni abrazos ni llovizna.

Sólo la niebla del silencio,

sólo el ondular de una ribera

en el seno invisible de la luz.

Pero intentamos amarnos

en el delicadísimo misterio de la brisa.

Tendidos, juntos, sin suspiros,

en el olvido y la memoria de la noche.



Poema del aire y del silencio


¿Cómo explicar, si no sabemos?

Hay visiones, palabras, sueños.

Vagan sin rumbo como cartas marinas

en la fatiga de quillas inmóviles.

¿Hasta cuándo?

No es el reposo ni el ansía errante.

Es la noche, el nadar desnudo, inajenable.

Miro tus ojos sin conocer tus labios.


Fábula 

Anoche soñé con Pepa a Loba.

Llegó con rostro sereno

como un hechizo que es sombra y memoria.

Habló de Lueiro, evocó una estrella,

recordó el puñal alegórico, mítico.

Le pregunté por la Reina Lupa,

por la hija del Conde de Lemos

y la corona de hierro al rojo vivo.

También por un rey celta que recorrió mares,

epopeyas de arena, desventura.

Pregunté por las ánimas en pena

errantes en las tinieblas,

por el Pedrón en Iria Flavia.

Vi sus manos. Escuché su lengua

que entreteje firmamento y ternura.

Fue un instante de soledad.

Luego nombró a mis padres,

a mis abuelos, a una mujer friulana.

Quizá todo sea mitología

de difusas migraciones. Tal vez

es parte del desasosiego,

de un orden venturoso, distraído.

Ahora su ausencia me rodea.


De la desolación

Regreso desde confines las voces de las voces
Décimo Magno Ausonio


No debemos pensar en la fatalidad

ni mencionar al destino o a los dioses.

Sabemos que todo es irreversible,

que sucede en el candor de lo real.

Ocurre que veo otro rostro en las fotografías

y la mirada ha dejado de ser.

Debo confesarlo; siento un ahuecado silencio.

Un silencio que crece en la orilla del cuerpo,

suspende la mirada del cansancio

y una cierta tristeza vaga por las piezas.

No fue una tarde o un día preciso.

Fue un sucesivo hastío

como pesadillas que insinúan

noches deshabitadas, impacientes.

Abandonado, sordo, penetrante.

Lo huero humedece los ojos distraídos,

la soledad inalterable sobre libros y cartas

despidiendo la ternura en la niebla.

Y la pereza empaña una imagen inmóvil.



Poema para Clizia

Profundo el camino
sobre el que descendía el viento
Salvatore Quasimodo


Hubiera deseado recorrer tu cintura

mirando monumentos toscanos.

Contemplar juntos, por ejemplo,

la Fonte Gaia o el Baptisterio de Pisa

cuando tus ojos iluminaban la tarde.

Hubiera deseado ser tu amador

en el Castillo de San Olaf,

desnudándonos con los ojos cerrados.

Besarte en esa callejuela de Old Town

en una mañana donde las gaitas y el viento

- cómplices de mutaciones y maletas -

me hacían decir de tu marido

palabras impacientes o absurdas.

Pulsar tu muslo bajo el mantel en el Café Schiller,

o amarte en la orilla del río Mandeo.

Hoy recuerdo cuando leíamos a Lugones

en la Biblioteca Pública de Nueva York

tomados de la mano, en el silencio del mundo.

Ya ves, amada, como el hechizo

hace que nos extraviemos

en un amanecer de azar y sin destino.


Carpe noctem

Necesito tu piel y tu silencio.

Necesito el crepúsculo, un perfume de hembra.

El viento, el mar, una ventana.

Pero también la calidez,

la mirada para adentrarme

en tu mundo, en la desnudez suspendida

con la gravedad de los ojos cerrados

entre tus muslos de marea.

Ahora siento la ausencia, el esplendor,

ofrendas invisibles, fascinantes,

el jadeo de espasmo y de belleza.

Deja quieta tu edad y tu pregunta, Lesbia.

Deja tu corazón sobre el abismo.


Preguntas para la amante de una magnolia

¿Acaso fui yo quien sintió

el hálito o el destierro

de una memoria desprendida?

¿Acaso la lluvia percibe la inquietud

de su voz llamándome del lecho?

¿Está en el aire, en su capelina azul,

en su sonrisa? ¿O tal vez la percibo

al evocar la soledad de un bosque

- desprende luz y beatitud -

mientras cerrabas los ojos, buscándome?

¿Es esta la amada espléndida?

Y mi alma suspensa, temblorosa.


Edición de veinte ejemplares, firmados y numerados a mano por el autor.

Para su composición se utilizaron tipos de la familia Futura, impresa en papel Conqueror de 90 g., tapa en cartulina Strathmore natural de 250 g. Lleva cinta de raso color bordó.


Se terminó de imprimir el 24 de febrero de 2022, aniversario del nacimiento de Rosalía de Castro.

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