Umbrales

by - miércoles, abril 20, 2022



La demencia hizo que destrozara

el reloj de mi padre, un Longines de faltriquera.

Tal vez todo fue una visión, el deliro o la ira

que me impulsó a empuñar un martillo.

Mi padre ya había muerto; el reloj era lo único

que su eternidad protegía mi universo.

Con el tiempo vinieron sueños,

el hundirme y ahogarme en un mar helado,

perderme por senderos de barro, errante,

la lágrima de la desventura de lo que pudo ser

en callejuelas sin nombre y sin destino.

Eran pesadillas borrosas, alegorías sin duda

del abismo, una máscara que el tiempo

fue haciendo de la vida. Luego acudieron

talismanes, astrolabios, unicornios, libros,

para ocultar o fingir la tribulación

en mitologías, lo intemporal de otra memoria.

Ahora, pienso en el silbido de las embarcaciones.

En la realidad de la niebla imagino Ítaca.



Carlos Penelas

Buenos Aires, 19 de abril de 2022

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