Foto: Bernard Plossu |
Padre, ahora que necesito de tu voz has partido. Sólo desconcierto indolente, el destino como una hechicerÃa. Nada esperabas del otro lado de la muerte. Nada espero. Mi madre, en sueños, pide que te hable; dice que la ausencia desvela al corazón perdido. Dejaste la luz, la soledad que cuida su secreto, el silencio del tacto. Sin embargo, un consuelo transita y ciñe el gozo de los dÃas al evocar tus ojos. Hay caminos abandonados, memorias, relojes. ¿Qué hago, padre, ahora que tienes la cabeza reclinada - oculta en una barca fenicia, inmemorial - en la vigilia, en éste candor irrevocable?
Carlos Penelas
Buenos Aires, junio de 2022