Fugit irreparabile tempus
Virgilio
La poesía tiene su espacio, su movimiento. Observa la memoria, la emoción de la memoria. De allí el espejo, la otredad. A veces enfrentamos la desmemoria, matices o susurros del sueño. Es cuando vemos sin mirar; tal vez una travesía de imágenes, quizás un umbral errante. Las imágenes custodian nuestra vigilia, una suerte de duende emana de nuestras raíces, de nuestra infancia. Entonces, la intimidad anhela la palabra; la palabra tiene ritmo. Silencio y contemplación… Hay una penumbra del sentir, una ensoñación de la tonalidad verbal. Brega contra lo fosilizado, promueve desorden; purifica la vida. Un símbolo donde late la ensoñación de lo profano. Descubre una estética, lo deshabitado, la pasión; y también el gozo de aquella infancia que alguna vez extraviamos. Percibimos la tensión de lo absoluto y lo efímero. Es cuando el verso nos confiesa, nos sueña. Y comprendemos su misterio: la muerte es el destino. La metáfora considera voces, la condición humana del poema. De allí la gravedad de la palabra.
Carlos Penelas
Buenos Aires, febrero de 2023
Carlos Penelas
Buenos Aires, febrero de 2023
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