Carlos Penelas, en España: la creación necesita silencio
Entrevista al gran poeta argentino, colaborador de PROPRONews, en su reciente viaje a nuestro país.
El gran poeta y periodista argentino Carlos Penelas, colaborador de este periódico, ha visitado España en un largo periplo durante las últimas semanas. Descendiente de gallegos, su retorno a la tierra natal de sus ancestros, después de recorrer otras regiones españolas, ha permitido que otro intelectual y también colaborador de PROPRONews, Manuel Suárez Suárez -también emigrante en su día en tierras sudamericanas- le realice en Santiago de Compostela la breve entrevista que publicamos a continuación.
“Con un mundo propio inconfundible y un escenario lírico personalísimo, capaz de abordar con igual maestría cada uno de los grandes motivos de la poesía universal -el tiempo y el devenir, el amor, la fe, la soledad existencial-, la obra de Carlos Penelas gravita por su propio peso y destaca nítidamente por sí misma dentro del desangelado escenario de la poesía actual, y especialmente argentina”. Alejandro Drewes
El muy reconocido poeta Carlos Tomás Penelas Abad (colaborador de Diariocrítico de Argentina) siempre supo donde tenía sus raíces. Nació en Piñeiro-Avellaneda, que era el lugar de mayor concentración de emigración gallega en la República Argentina. Fue el benjamín en una familia en la que su madre era de la comarca de Ourense (Santo André de Rante) y su padre de la comarca de Betanzos (A Espenuca de Coirós). En su hogar estaba muy presente Galicia ya que sus padres hablaban en gallego.
PREGUNTA.- Estimado Carlos, nuestra amistad viene de lejos. Hemos compartido alegrías, cenas, conferencias y viajes. Creo haber leído casi todos tus libros, tanto de poesía como ensayos, artículos y la magnífica biografía sobre tu admirado doctor Favaloro. ¿Cuál es tu idea de lo poético, tu sentir y tu mundo?
RESPUESTA.- Caro amigo Manuel. Una de las personas -es mi obligación reiterarlo- que mucho hizo por mi trayectoria fuiste vos, uno de los amigos que me abrieron puertas en Galicia, con escritores, gente de la cultura o centros para dar conferencias, nacieron desinteresadamente de tu honestidad, de tu fraternal compañerismo. Y también el cariño con mis hijos. Dicho esto, debo confesar que la poesía tiene su espacio, su movimiento. Observa la memoria, la emoción de la memoria. De allí el espejo, la otredad. A veces enfrentamos la desmemoria, matices o susurros del sueño. Es cuando vemos sin mirar; tal vez una travesía de imágenes, quizás un umbral errante. Las imágenes custodian nuestra vigilia, una suerte de duende emana de nuestras raíces, de nuestra infancia. Entonces, la intimidad anhela la palabra; la palabra tiene ritmo. Silencio y contemplación. Hay una penumbra del sentir, una ensoñación de la tonalidad verbal. Brega contra lo fosilizado, promueve desorden; purifica la vida. Un símbolo donde late la ensoñación de lo profano. Descubre una estética, lo deshabitado, la pasión; y también el gozo de aquella infancia que alguna vez extraviamos. Percibimos la tensión de lo absoluto y lo efímero. Es cuando el verso nos confiesa, nos sueña. Y comprendemos su misterio: la muerte es el destino. La metáfora considera voces, la condición humana del poema. De allí la gravedad de la palabra. Con el espíritu de Leonardo: “La poesía es lo bello que viste lo verdadero”.
FORMACIÓN Y CRECIMIENTO
P.- Quisiera que cuentes algo sobre tu formación, crecimiento y autores que admiraste.
R.- Recuerdo que al comienzo de mi actividad literaria fui receptor de cartas y frases auspiciosas de poetas a quienes admiraba desde adolescente. Pero, bueno, las palabras de don Ricardo Molinari, en su momento, fueron un estímulo enorme, impensable. Me sorprendió al escribir sobre mí que “este poeta viene de Boscán”, ya que era muy parco en elogios y en general huraño en el trato. Me llenó de alegría y respiré. Don Ricardo ponderaba mucho mi poemario “Cantigas”, que tenía en su mesita de luz. Poseía una formación muy sólida; desde la poesía primitiva galaico-portuguesa, la poesía del romancero español, hasta la lírica inglesa e italiana. Al nombrar a Boscán evocaba el clasicismo, el humanismo, la influencia italiana en la poética española, pero también el hilo que va uniendo una trayectoria trascendente en la poética universal. Su ojo era muy sensible y descubrió esa fuente en mi poesía. Me unía a él -entre otras cosas- esa mirada de lo poético, esa búsqueda de lo clásico, esa pincelada evanescente. Son también fundamentales en mi formación, Luis Franco y Héctor Ciocchini. Estudié y leí, leí y estudié con pasión a los poetas medievales españoles, renacentistas y, por supuesto, la generación del 98 y la del 27. Ellos fueron fuente de estilos, de análisis, de estructuras formales. También la poesía italiana de principios del siglo XX: Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti, Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale, Cesare Pavese, Mario Luzi, Umberto Saba…, uno viene de esos poetas, sin duda. Pero sería injusto si dejara de nombrar a Giuseppe Bellini, Thorpe Running, José Filgueira Valverde, Julieta Gómez Paz, Hugo Cowes, Luis Alberto Quesada, Enrique Molina, Eduardo Blanco Amor, Ernesto Sábato, María Elena Walsh, Frank Dauster, Raúl González Tuñón, Lily Litvak, Jorge Luis Borges, Xesús Alonso Montero, Manuel J. Castilla y tantos otros que con sus lecturas o con sus consejos nos fueron formando el espíritu, la fineza interior, esa respiración sutil del poema. Y por supuesto, un hogar gallego en el cual don Manuel, mi padre, nos inculcó hasta el tuétano la historia de Galicia. Ahí entraban mitos, leyendas, hábitos; el destierro por hambruna o por persecución ideológica. Mis padres hablaban en casa en gallego, como mis tíos o primos mayores. Esa fuente fue vital.
P.- Quisiera que cuentes algo sobre tu formación, crecimiento y autores que admiraste.
R.- Recuerdo que al comienzo de mi actividad literaria fui receptor de cartas y frases auspiciosas de poetas a quienes admiraba desde adolescente. Pero, bueno, las palabras de don Ricardo Molinari, en su momento, fueron un estímulo enorme, impensable. Me sorprendió al escribir sobre mí que “este poeta viene de Boscán”, ya que era muy parco en elogios y en general huraño en el trato. Me llenó de alegría y respiré. Don Ricardo ponderaba mucho mi poemario “Cantigas”, que tenía en su mesita de luz. Poseía una formación muy sólida; desde la poesía primitiva galaico-portuguesa, la poesía del romancero español, hasta la lírica inglesa e italiana. Al nombrar a Boscán evocaba el clasicismo, el humanismo, la influencia italiana en la poética española, pero también el hilo que va uniendo una trayectoria trascendente en la poética universal. Su ojo era muy sensible y descubrió esa fuente en mi poesía. Me unía a él -entre otras cosas- esa mirada de lo poético, esa búsqueda de lo clásico, esa pincelada evanescente. Son también fundamentales en mi formación, Luis Franco y Héctor Ciocchini. Estudié y leí, leí y estudié con pasión a los poetas medievales españoles, renacentistas y, por supuesto, la generación del 98 y la del 27. Ellos fueron fuente de estilos, de análisis, de estructuras formales. También la poesía italiana de principios del siglo XX: Salvatore Quasimodo, Giuseppe Ungaretti, Pier Paolo Pasolini, Eugenio Montale, Cesare Pavese, Mario Luzi, Umberto Saba…, uno viene de esos poetas, sin duda. Pero sería injusto si dejara de nombrar a Giuseppe Bellini, Thorpe Running, José Filgueira Valverde, Julieta Gómez Paz, Hugo Cowes, Luis Alberto Quesada, Enrique Molina, Eduardo Blanco Amor, Ernesto Sábato, María Elena Walsh, Frank Dauster, Raúl González Tuñón, Lily Litvak, Jorge Luis Borges, Xesús Alonso Montero, Manuel J. Castilla y tantos otros que con sus lecturas o con sus consejos nos fueron formando el espíritu, la fineza interior, esa respiración sutil del poema. Y por supuesto, un hogar gallego en el cual don Manuel, mi padre, nos inculcó hasta el tuétano la historia de Galicia. Ahí entraban mitos, leyendas, hábitos; el destierro por hambruna o por persecución ideológica. Mis padres hablaban en casa en gallego, como mis tíos o primos mayores. Esa fuente fue vital.
Carlos Penelas es uno de los poetas más importantes de la lírica en castellano |
RODEADOS DE DECORACIONES
P.- ¿Cómo ves el panorama actual en lo literario y en lo social?
R.- Vivimos rodeados de decoraciones, de escenografías cotidianas, de saturaciones que funcionan de manera lateral, de mal gusto. La experiencia de la vida siempre condiciona al poeta. Hay un mundo que se crea ante la decadencia de todo lo que existe y debemos observar que la dualidad de la poesía frente al existir es sólo aparente. La literatura -en una época de globalización, banalidad y decadencia generalizada- tiende a polarizarse, a esfumarse. Se hipertrofia la espiritualidad, se crea una escenografía en torno a lo inmediato. La creación necesita silencio, tiempo, maduración. Y advertimos que las contraposiciones resultan cada día más homogéneas. Sin pedestales, entonces. Sin apelaciones a lo sentimental. Otra vez las vivencias: mi padre de A Espenuca y mi madre -María Manuela- de una aldea perdida de Ourense. Los abuelos eran analfabetos, jornaleros que hombrearon puertos en Ingeniero White. De allí vengo. Ellos fueron los dioses de mi infancia. Los recuerdo como “seres angelicales”, todos tenían una candidez especial, aunque eran capaces de dar la vida por una idea. Como mi tío Pedro Fraga, quien creía que los alcohólicos dejarían el vicio después de leer El Quijote. Los rescataba de la calle y les leía fragmentos del libro de Cervantes, mientras tomaban un plato de sopa en la cocina de su humilde casa de Avellaneda, pero les advertía: “si regresan borrachos, disparo”. Y era hombre de una sola palabra.
Manuel Suárez Suárez
P.- ¿Cómo ves el panorama actual en lo literario y en lo social?
R.- Vivimos rodeados de decoraciones, de escenografías cotidianas, de saturaciones que funcionan de manera lateral, de mal gusto. La experiencia de la vida siempre condiciona al poeta. Hay un mundo que se crea ante la decadencia de todo lo que existe y debemos observar que la dualidad de la poesía frente al existir es sólo aparente. La literatura -en una época de globalización, banalidad y decadencia generalizada- tiende a polarizarse, a esfumarse. Se hipertrofia la espiritualidad, se crea una escenografía en torno a lo inmediato. La creación necesita silencio, tiempo, maduración. Y advertimos que las contraposiciones resultan cada día más homogéneas. Sin pedestales, entonces. Sin apelaciones a lo sentimental. Otra vez las vivencias: mi padre de A Espenuca y mi madre -María Manuela- de una aldea perdida de Ourense. Los abuelos eran analfabetos, jornaleros que hombrearon puertos en Ingeniero White. De allí vengo. Ellos fueron los dioses de mi infancia. Los recuerdo como “seres angelicales”, todos tenían una candidez especial, aunque eran capaces de dar la vida por una idea. Como mi tío Pedro Fraga, quien creía que los alcohólicos dejarían el vicio después de leer El Quijote. Los rescataba de la calle y les leía fragmentos del libro de Cervantes, mientras tomaban un plato de sopa en la cocina de su humilde casa de Avellaneda, pero les advertía: “si regresan borrachos, disparo”. Y era hombre de una sola palabra.
Manuel Suárez Suárez
Doctor en Derecho y Ciencias Sociales por la Universidad de Montevideo (Uruguay), y articulista y escritor, ilustre galleguista y escritor, nuevo colaborador de PROPRONews.
PROPRONews, 14 de mayo de 2023
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