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Festina lente
a Lucas Moreno, In memoriam
La pluma es la lengua del alma
Cervantes
Don Quijote y Sancho, ilustrado por Honoré de Daumier |
El poeta Héctor Ciocchini fue uno de los maestros que tuve la fortuna de conocer. La amistad – intacta durante años hasta su muerte - se generó a partir de lecturas, conversaciones, análisis literarios. Junto a él descubrí valores fundamentales de los clásicos, una mirada distinta, un criterio más amplio. Los encuentros en su biblioteca o en mi hogar giraban en torno a la vida, la sociedad - compartiendo cenas, cumpleaños, caminatas o películas - señalando la conducta del ser humano a partir de textos de Moro o Campanella, contemplando lo cotidiano desde una página de Marco Polo o Dickens. Siempre convocaba las figuras - nobles, bellas - de Vicente Fatone y Arturo Marasso. Y sus recuerdos del Instituto Warburg, los años fructíferos de lectura y docencia. El estudio de la Historia del Arte, la iconografía y la iconología, el interés por la simbología, por lo alegórico, los emblemas. Su saber, su honestidad intelectual, su palabra clara y precisa me acompañaran hasta el fin de mis días.
En un reportaje a Wislawa Szymborska le preguntaron qué poeta contemporáneo le recomendaría leer a un joven. La poeta polaca respondió: Ovidio. La gran literatura siempre adquiere una actualidad renovada a la luz de las nuevas generaciones. Si utilizamos -como nos enseñó el profesor Héctor Ciocchini- las temáticas y métodos propuestos por Aby Warburg, para desentrañar las raíces de nuestra herencia hispánica y sobre todo comprender la naturaleza del acto de creación, entendemos con claridad la respuesta de Szymborska.
Quiero rendir homenaje a dos espíritus supremos que tanto hicieron por la educación, enseñando el lenguaje en el lenguaje mismo así como Hegel afirmaba que se debe enseñar a nadar nadando. Me refiero a Pedro Henríquez Ureña, el humanista dominicano, y a nuestro querido ensayista, crítico y poeta, don Arturo Marasso.
Leer y estudiar el ámbito de ciertas lecturas hicieron de mi un lector atento y particularmente lírico. En mi poética hay dos vertientes. Me confieso nieto de Quevedo y de la lírica gallega. Los Tres Mosqueteros de Alejandro Dumas, uno de los libros admirables que leí por primera vez a los doce años - gracias a mi padre, incansable leedor –. Ésta obra comenzó a publicarse en marzo de 1844, en el género de novela folletinesca para el periódico Le Siècle. Plena de acción, romance, intriga y humor, es considerada una de las piezas más importantes de la literatura francesa. Más allá de que estos mosqueteros existieron en la vida la novela folletinesca mencionada, como muchas otras, tiene un gran valor literario y ético. Ejemplos sobran: Salgari, Carlo Collodi, Pérez Galdós, Tolstoy, Stevenson… Dumas crea arquetipos, son personajes creíbles, cercanos. Es un gran conocedor del alma humana, nos habla del honor, de la cobardía o la prudencia. La frescura de sus páginas continúan vigentes; es un clásico de la literatura universal.
En Poesía Española, ensayo de métodos y límites estilísticos dice Dámaso Alonso cuando habla del hipérbaton: "Hay que tener en cuenta la enorme polisemia de la posición "de", y no escandalizarnos por asociar como ejemplos valores muy diferentes: "de los dos ojos... llorando", "de largos reinos...señor" (Poema del Cid). Y en el otro extremo: "de tu balcón sus nidos a colgar" (Bécquer); "del limonero entre el follaje oscuro" (A. Machado)".
En éste ejemplo Dámaso Alonso nos demuestra que la violencia del lenguaje usual no es esencialmente distinta de las más osadas de Góngora. Pero más allá del análisis crítico nos sirve para admitir la divinidad de un verso, la fina sensibilidad, la cultura auténtica expresada con delicada espiritualidad.
¿Qué queremos decir? Que la literatura española, y fundamentalmente su poesía, está dentro de la gran poesía de la humanidad. Su intensidad, sus altas metas, su variedad, prueban también el núcleo lírico popular en la tradición hispana, el inmenso tesoro de su poesía.
Debemos señalar para aquellos que supuestamente están en el camino del arte contemporáneo buscando originalidades, giros sorprendentes, estructuras distintas, analizando o partiendo de versos casi indescifrables, queremos decir, repito, que tanto Garcilaso como Quevedo son poetas modernos. Y que sus literaturas tienen una inalienable unicidad, alma de la obra y de lengua. A propósito de lo expuesto recordamos la palabra del poeta Alejandro Drewes, hombre de formación científica y humanista, crítico de fina lucidez: “A pesar de que en España su obra ha sido, y aún lo es, muy poco conocido por los lectores de poesía, Östen Sigvard Sjöstrand (Gotemburgo, 1925 – Estocolmo, 2006) fue, sin embargo, un poeta y novelista sueco bastante bien relacionado con el mundo hispanoamericano. Traductor de obras extranjeras a la lengua vernácula y miembro del Comité Nobel durante veinte años, Sjöstrand había sido miembro cofundador de la revista cultural Artes, en la que colaboró como redactor responsable de 1975 a 1988. Casado con la también escritora Ella Hillbäck, publicó, en 1949, Unio, su primer poemario, obra transida toda ella de ese sentimiento de angustia agónica que marcó la poesía sueca de finales de los años cuarenta, consecuencia directa de los horrores vividos durante la Segunda Guerra Mundial”. (Acerca de Östen Sjöstrand y la música oculta, 2012).
Las lecturas de juventud son por un lado poco provechosas pues hay impaciencia, distracción y falta de método. Por otro lado está la pasión, la propuesta de modelos. Cuando llegamos a la vida adulta nos damos cuenta de ello. Así como nosotros vamos cambiando, a los textos que nos aguardan les sucede lo mismo. Los viajes son fundamentales para una mayor comprensión del hecho literario. No olvidarlo. “El mundo es un libro –decía san Agustín–, y aquellos que no viajan, no leen de él más que una página”.
Partimos de una base. Se leen los clásicos por amor. No por obligación o por respeto. Y a los clásicos castellanos los leemos con amor, con devoción. Y además debemos saber desde donde leemos. Ni la obra ni nosotros somos intemporales. “El arte habla en el lenguaje ingenuo e infantil de la intuición, no en el abstracto y serio de la reflexión”. Esto lo afirma Schopenhauer. Y Cervantes: “Saber sentir es saber dccir”. “Basta con sentir”, resume Goethe.
Mi aproximación a la poesía castellana fue a través del Arcipreste, de Garcilaso, de Fray Luis, de San Juan de la Cruz, de Góngora, de Lope, de Quevedo, pero me emocionó a partir de Jorge Manrique. Más acá comprendí y amé a los clásicos contemporáneos: Machado, Hernández, Lorca, León Felipe, Jorge Guillén, Cernuda y tantos otros. Pero también a nuestros clásicos: Neruda, Vallejo, Borges, Franco, Molinari, Darío, Lugones, Girondo. Y naturalmente a los narradores latinoamericanos que tanto aportaron a la evolución de la lengua.
Sostengo, como afirmó Borges, que "sólo la palabra escrita tiene plena realidad ontológica". La literatura presupone entonces también un problema moral, en todas sus alternativas se presenta valor y vileza, corrupción y virtud, la violencia del poderoso y la sufrida del hombre de a pie. Hay búsqueda de la verdad a partir de una estética. El valor de la palabra escrita se vincula con lo vivido, es siempre emblemática o conceptual. No deja de ser paradójico lo que nos enseña el arte. Siglos de primitivos textos y sólo el presente vale. Sólo hoy y aquí ocurren los hechos. Infinitos signos a través de la lectura son celebrados con emoción y afecto en el presente. Decía el maestro Pedro Henríquez Ureña: "Donde termina la gramática empieza el arte".
Un espíritu universal debe detestar todo provincialismo. Pero tampoco vale hablar de un universalismo genérico ni de tonterías abstractas, sino del aliento poético que convierte al lector y a los hombres a partir de su condición humana, de su curruncho. Por eso nos molestan tanto ciertos intelectuales o políticos que proclaman una cultura popular. Aquí haremos una breve digresión. La creación artística de ningún modo es una ceremonia religiosa o mística. Tiene sus propias leyes, sus propias reglas y métodos. Pero sobre todo la creación artística -que utiliza un lenguaje- lleva implícita un fuerte proceso del subconsciente. Y el arte se crea sobre la base de una interacción permanente entre la clase y los artistas, tanto en la vida cotidiana como en la cultural y la ideológica.
El descubrimiento de Fray Luis nos remite a detenernos en cada matiz, en cada palabra, estudiar un campo semántico. La lírica universal de Garcilaso, que tal vez es la síntesis del Siglo de Oro si advertimos en su obra la ascensión por la música, la palabra interior que busca el rimo permanente.
En su estudio sobre Boscán, dice Arturo Marasso al que sitúa "entre la expresión todavía no lograda y la palabra interior que busca el ritmo permanente".
ESPIRITUALIDAD
En los textos de la poesía española del siglo XV vemos la espiritualidad latina, la aristocracia de cada palabra, los metros más adecuados. Iniciamos un itinerario donde depuramos la pasión, el movimiento del alma. De allí la necesidad de ciertos intérpretes para analizar y comprender la creación literaria en todo su misterio y complejidad.
España no sólo trajo libros o una cultura de letras. Trajo Romances, sanciones, juegos, bailes. Nos advierte Pedro Henríquez Ureña: "España es el primer pueblo conquistador que discute la conquista, como Grecia es el primer pueblo que discute la esclavitud."
Encontramos en una visión panorámica varias lecturas de una lengua. En el lenguaje mismo, en la arquitectura, en la pintura. La arquitectura y la pintura se suman a la alta calidad de la escultura española, la de la piedra y la de la madera pintada. Un sólo nombre: Berruguete.
En un ensayo sobre crítica y estilo el profesor Ciocchini dice: "...el aspecto greco-morisco y judío, la España oriental, no ha sido aun suficientemente estudiada - y esta labor parte de una trabajo textual y estilístico que requeriría largos años. Un análisis crítico, una nueva mentalidad crítica, ediciones anotadas de autores como el Rabí Sem Tob, don Enrique de Villena, Juan de Mal Lara, manifiestan un tesoro de aspectos nuevos e iluminan la lengua con facetas que escapan al retoricismo, a la apariencia de chatura y uniformidad que afecta a las letras españolas por falta de depuración en las concepciones críticas". El lenguaje va de lo coloquial a lo formal, de lo erudito a lo cotidiano.
A fines del siglo XVIII, don Vicente de los Ríos, emparejó a Cervantes en su “Juicio crítico del Quijote”, con los grandes épicos de la antigüedad clásica, fundamentalmente con Virgilio: "La morada de don Quijote en casa de los Duques corresponde perfectamente a la detención de Eneas en Cartago. El extraño suceso de la Trifaldi y su continuación son también un espectáculo tan divertido como la relación del saco de Troya; la aparición del Clavileño aligero no es menos oportuna ni agradable que la descripción del paladín troyano, y los amores de Altisidora son comparables en su línea con la pasión de Dido". Esta obra cumbre de la literatura mundial es siempre una catarsis para nuestra alma. Como dijo Jorge Nicolai: "Cervantes como genuino precursor del nuevo tiempo, ha superado el pasado y se ríe del fetiche de ayer". He aquí un ejemplo: "Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo".
GRANDES TEMAS
Para un poeta el problema de la poesía es la Belleza. Este camino milagroso es la creación del hombre. El propósito de un poema es enfrentarse a los grandes temas. La poesía castellana lo cristalizó en uno de los poemas que más he admirado desde mi temprana juventud. Estoy haciendo referencia a Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique. La lectura de los escritores medievales españoles son herederos de la tradición que fue capaz de engendrar la poesía más hermosa de su tiempo, me refiero a los romances viejos.
Evocar, es pertinente, palabras de Ionesco: “Mirad las personas que corren afanosas por las calles. No miran ni a derecha ni a izquierda, con gesto preocupado, los ojos fijos en el suelo como los perros. Se lanzan hacia adelante, sin mirar ante sí, pues recorren maquinalmente el trayecto, conocido de antemano. En todas las grandes ciudades del mundo es lo mismo. El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante. Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio”.
Para finalizar vale recordar que a mitad del siglo XV un judío de Baena ofrece al rey Don Juan una compilación de "cantigas muy dulces e graciosamente sazonadas, de muchas e diversas artes". El Cancionero de Juan Alfonso Baena -nos dice Pedro Salinas- "aunque contenga poesía de otra especie, significa en buena parte la castellanización de la lírica cortesana provenzal".
Nosotros no somos españoles en esto; y no consideramos ni a Dickens, Goethe, Max Müller o Thiers,
extraños a nuestro ser, pues ellos, indiferentemente, forman nuestra razón, nuestro espíritu y nuestro gusto.
Sarmiento
Carlos Penelas
Buenos Aires, julio de 2023
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