A Emiliano y Lisandro
Foto: Emiliano Penelas |
He soñado ser campanero mayor de la catedral de Toledo.
Vestí sayo rojo y calceta blanca como miguelete del rey Fernando VII.
Navegué con Jasón y los argonautas hasta la isla de Lemmos.
Odiseo me reveló un pergamino sánscrito en Etolia.
Estudié los toques de campana en Santiago de Compostela.
He sido amante de Doña Isabel II y de la Gran Duquesa Olga.
Mónica Vitti cenó conmigo en el Ristorante Fiammetta.
Fui amigo fraternal de Pérez Galdós y de Lope de Vega.
Fui desertor de una mazmorra musulmana.
Combatí al moro y al general Queipo del Llano.
Conversé con Tolstoi, Orwell y Chesterton.
He compartido la libertad y el absurdo en Camus.
Hice un estudio detallado del Libro del Conde Lucanor.
Conocí a Juancito Díaz y a René Cóspito en la Confitería La Ideal.
En el London City de Avenida de Mayo entrevisté a Kaurismäki.
En estas tierras fraternicé con Sarmiento, Alberdi y Lugones.
De adolescente visité a Borges, a Franco, a Molinari.
Fui lector de Salgari, de Dickens, de Dumas.
En la Biblioteca del Maestro hablé con Thomas De Quincey.
Sentí lo infame de nuestra historia en Rosas y en Perón.
Estudié latín, astrología, náutica.
Visité una tumba en Stratford-upon-Avon.
Caminé las tierras de Pasolini, de Pirandello, de Lampedusa.
Estuve en el cementerio de los capuchinos de Palermo.
En Mompracem amé a Mariana para toda la vida.
Me oculté tres días en el Museo Pushkin de Bellas Artes.
Recorrí el mar Báltico; Finlandia, Estonia, Letonia.
Lloré en una aldea de Galicia. Lloré con Cervantes.
Admiró a Chaplin, a Felllini, a Visconti, a Ford.
También a Wells, Hitchock, Bergman…
Viajé con Sebastián Elcano en la nao Victoria.
Debo confesar que nací en la calle Mariano Acosta.
Jugué al fútbol en potreros arcanos y esparcidos.
Con primos y hermanos el fervor en la Visera.
Soy de raigambre gallega: A Coruña y Ourense.
Evoco las casas de Piñeyro, en Barracas al Sud,
la Biblioteca Popular Veladas de Estudio Después del Trabajo
soñada por socialistas y anarquistas.
Memorables la voz de padre, la mirada de madre.
Ahora cavilo en un niño que leía a Daniel Defoe
en un patio con malvones desde una luz dispersa.
Ondulante, con aliento perezoso, distraído.
Carlos Penelas
Buenos Aires, 22 de diciembre de 2023