Avellaneda
No quedará en el viento ni en la sombra.
Es parte de mi infancia, de mi vida.
Aquí veo a mis padres brindar en cumpleaños.
Aquí veo los cinco nacimientos.
A hermanos, primos, tíos, vecinos y ventanas.
Habitaciones limpias con relojes antiguos, visillos,
lámparas con caireles, trinchantes de madera.
Recuerdo un terraplén, unos canarios,
los siete puentes, el Riachuelo.
Y aquella vaga reja donde una niña
aún mira hacia la calle arbolada.
Exhorto dioses venturosos en el tiempo:
Cecconato, Grillo, Maldonado.
Crecí escuchando la lengua gallega
y otra castellana de mares e insurrectos.
(La turba maldecía muros, colegios, lecturas).
Sabía de azoteas, de sueños sobre el alba
y patios, perros callejeros, malvones.
A veces la memoria recorre almacenes,
historias vedadas, amantes hostigados.
Cierta epopeya barrial, cierta leyenda.
Digo Mariano Acosta, digo Pavón,
digo Villegas. Cosmogonías de Piñeyro.
Entonces percibo el eco de otra soledad,
otro silencio. Es parte del viento,
de una sombra plural en la vigilia.
Un símbolo que acecha inagotable.
Carlos Penelas
Buenos Aires, abril de 2025
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